EJERCICIO DEL VÍA CRUCIS

El Via Crucis es una de las principales prácticas para honrar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y al mismo tiempo, el medio más eficaz para convertir a los pecadores, enfervorizar a los tibios y santificar a los justos.
Este ejercicio tan saludable, aprobado repetidamente por la Santa Iglesia, está enriquecido con muchísimas indulgencias. Por lo tanto, los que, aun privadamente, con el corazón arrepentido, hacen este ejercicio en el lugar donde el Via Crucis esté canónicamente erigido, ganan una indulgencia plenaria cada vez; otra indulgencia plenaria si el mismo día comulgan, o si comulgan en el mes durante el cual hayan hecho a lo menos diez veces el mismo ejercicio del Via Crucis. — Una indulgencia de diez años por cada estación, si por una causa razonable no pudiesen terminar el ejercicio.
Las oraciones que se reciten en cada estación, los versículos y los cánticos no son necesarios para adquirir las indulgencias; son una piadosa y laudable costumbre introducida por la piedad de los fieles y que ahora se practica por todas partes.
Aquellos que están legítimamente impedidos (navegantes, enfermos, presos, etc.) para visitar las estaciones del Vía Crucis donde están erigidas, pueden ganar los mismas indulgencias teniendo en la mano un crucifijo bendecido especialmente para ello, y rezando veinte Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris; esto es, catorce por las catorce estaciones, cinco a las cinco Hagas, y uno según la intención de la Santa Iglesia.
Los enfermos de gravedad ganan las mismas indulgencias, aun sólo besando o contemplando el crucifijo bendecido especialmente para ello, y rezando, si es posible, alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

EJERCICIO PREPARATORIO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Oremus
Réspice, quaesumus Dómine, super hanc familiam tuam, pro qua Dóminus noster Jesus Christus non dubitávit mánibus tradi nocentium et Crucis subiré torméntum. Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculórum. Amen.

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Dios y Redentor mío! Vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre que las llagas del Señor, se impriman en mi corazón.

Stabat Mater dolorósa.
Juxta crucem lacrymósa.
Dum pendebat Fílius.

PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS CONDENADO A MUERTE.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta primera estación se contempla el Pretorio donde pronunció Pilatos la sentencia de muerte contra nuestro Redentor.
Considera, alma mía, cómo Pilatos condenó a muerte de cruz a tu inocentísimo Jesús, y cómo Él se sometió voluntariamente a la muerte para librarte de la condenación eterna.
¡Ah, Jesús mío! gracias os doy por tanta caridad, y os suplico que revoquéis la sentencia de condenación eterna, que he merecido por mis culpas, para que sea digno de poseer la vida eterna.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
Se impriman en mi corazón.

Cujus, animan geméntem, 
Contristátam et doléntem,
Pertransívit gládius.

SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGANDO CON LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta segunda estación se contempla cómo fue Jesús cargado con el pesadísimo leño de la cruz.
Considera, alma mía, cómo Jesús cargó sobre sus delicados hombros la cruz que hacían tan pesada tus enormes e innumerables pecados.
¡Ah, Jesús! perdonadme y dadme gracia para que no aumente el peso de vuestra cruz con nuevas culpas, y haced que lleve siempre la mía, haciendo verdadera penitencia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserére nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón

Oh quam tristis et aflict,
Fuit illa benedicta,
Mater Unigéniti!

TERCERA ESTACIÓN 
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta tercera estación se contempla cómo cayó Jesús por primera vez bajo el peso de la cruz.
Considera, alma mía, cómo Jesús, no pudiendo soportar el peso que le cargaron, cayó bajo la cruz, agobiado de cansancio y dolor.
¡Ah, Jesús mío! Mis caídas en el pecado son causa de la vuestra. Os suplico que me deis gracia para no renovaros este dolor con nuevas culpas.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre 
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Quae moerébat et dolebat.
Pia Mater, dum vidébat,
Nati poenas íncliti.

CUARTA ESTACIÓN 
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE SANTÍSIMA
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste ni mundo.
En esta cuarta estación se contempla el dolorísimo encuentro de María Santísima con su divino Hijo.
Considera, alma mía, el dolor que experimentó el corazón de Jesús de la Virgen a la vista de Jesús, y el corazón de Jesús a la vista de su afligidísima Madre. Tus culpas fueron la causa de este dolor de Jesús y María.
¡Ah, Jesús! ¡Ah, María! Hacedme sentir verdadero dolor de mis pecados para que los llore toda mi vida, y merezca ser consolado con vuestra asistencia en la hora de mi muerte.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapalri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quis est homo, qui non fleret.. 
Matrem Christi si vidéret,
In tanto supplício?

QUINTA ESTACIÓN 
JESÚS AYUDADO POR EL CIRINEO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta quinta estación se contempla cómo fue obligado Simón Cirineo a ayudar a Jesús a llevar la Cruz.
Considera, alma mía, cómo no teniendo ya Jesús fuerzas para llevar la cruz, los judíos le aliviaron de aquel peso con una fingida compasión.
¡Ah, Jesús mío! Yo soy quien merezco la cruz porque he pecado: haced que a lo menos os siga, llevando por vuestro amor la cruz de la adversidad.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quis non posset contristan,
Christi Matrem contemplari,
Doléntem cum Filio?

SEXTA ESTACIÓN
EL ROSTRO DE JESÚS ENJUGADO POR LA VERÓNICA
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecírnoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta sexta estación se contempla cómo la Verónica enjugó el rostro de Jesús.
Considera, alma mía, la prontitud de aquella santa mujer en aliviar a Jesús, y cómo Jesús la recompensó inmediatamente, permitiendo que su adorable rostro quedará estampado en aquel lienzo.
¡Ah, Jesús mío! Purificad mi alma de todas sus manchas e imprimid en ella y en mi corazón vuestra santísima Pasión.
V. Miserere nostri, Dómine
R. Miserere nostri
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Pro peccátis suae gentis.
Vidit Jesum in torméntís.
Et flagélis súbditum.

SÉPTIMA ESTACIÓN 
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta séptima estación se contempla la segunda caída de Jesús con gran dolor y tormento.Considera, alma mía, los padecimientos de Jesús al caer de nuevo, a causa de tus recaídas en el pecado.
¡Ah, Jesús! Me confundo en vuestra presencia, y os ruego que me ayudéis a levantarme de mis caídas de manera que no vuelva a recaer jamás.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Vidit suum dulcem natum,
Moriéndo desolátum,
Dum emísit spíritum.

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS CONSOLANDO A LAS PIADOSAS MUJERES
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecimoste
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta octava estación se contempla cómo Jesús encontró a las piadosas mujeres que lloraban por Él.
Considera, alma mía, cómo Jesús dijo a aquellas mujeres que no llorasen por él, sino por sí mismas, para enseñarte que antes debes llorar por tus pecados, que compadecer sus sufrimientos.
¡Ah, Jesús mío! Dadme lágrimas de verdadera contrición, para que sea meritoria la compasión que siento por vuestros dolores.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Eja, Mater, fons amóris,
Me sentiré vim dolóris,
Fac, ut tecum lúgeam.

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ BAJO LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta novena estación se contempla la tercera caída de Jesús, con nuevas heridas y nuevos tormentos.
Considera, alma mía, cómo cayó Jesús por tercera vez, para expiar tu malicia obstinada que te hace recaer sin cesar en nuevos pecados.
¡Ah, Jesús mío! Quiero poner para siempre término a mis iniquidades, a fin de procuraros algún alivio; confirmad, os ruego, mis propósitos y haced que con vuestra gracia sean eficaces.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Fac ut árdeat cor meum,
In amando Christum Deum,
Ut sibi compláceam.

DÉCIMA ESTACIÓN
DESNUDAN A JESÚS Y LE DAN HIEL Y VINAGRE
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta décima estación se contempla cómo, habiendo llegado Jesús al Calvario, fue despojado de sus vestidos y le dieron a beber hiel y vinagre.
Considera, alma mía, la confusión de Jesús, al verse enteramente despojado de sus vestiduras y la pena que experimentó cuando le dieron a beber hiel y vinagre. Así expió tus inmodestias y sensualidad en la comida.
¡Ah, Jesús mío! Me arrepiento de todos mis excesos, y prometo con firme resolución no volver a renovar vuestras penas, y vivir en adelante con toda modestia y templanza. Así lo espero, ayudado de Vuestra divina gracia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
Que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Santa Mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas,
Cordi meo valide.

UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecimoste
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta undécima estación se contempla cómo Jesús fue clavado en la cruz en presencia de su afligidísima Madre.
Considera, alma mía, los tormentos que sufrió Jesús al sentir sus pies y manos traspasados de gruesos clavos. ¡Oh, crueldad de los judíos! ¡Oh, amor de Jesús hacia nosotros!
¡Ah, Jesús mío! ¡Vos padecisteis tanto por mí, y yo nada quiero sufrir por Vos! Enclavad, os ruego, en vuestra cruz, mi rebelde voluntad, resuelta a no ofenderos más en lo porvenir, antes bien, a padecer voluntariamente cualquier pena por vuestro amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Tui Nati vulneráti.
Tam dignáti pro me pati.
Paenas mecum divide

DUODÉCIMA ESTACIÓN 
JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecírnoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimirte al mundo.
En la duodécima estación se contempla la muerte de Jesús en la cruz.
Considera, alma mía, cómo, después de tres horas de cruel agonía, expiró el Redentor en la cruz por tu salvación.
¡Ah, Jesús mío! Justo es que emplee el resto de mi vida en serviros, puesto que Vos habéis dado la vuestra por mí en medio de tantos tormentos. Tomo aquí esta firme resolución; concededme, por los méritos de vuestra muerte, la gracia de ser fiel a ella.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haceed, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Mac me tecum pie flere.
Crucifixo condoleré,
Doñec ego víxero.

DECIMOTERCIA ESTACIÓN
EL DESPRENDIMIENTO DE JESÚS DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta décimotercia estación se contempla cómo el Cuerpo Santísimo de Jesús fue bajado de la cruz y colocado en los brazos de su Santísima Madre.
Considera, alma mía, el dolor de la Virgen María al ver muerto entre sus brazos a su divino Hijo.
¡Ah Virgen Santísima! Por los méritos de Jesús, obtenedme la gracia de no volver a renovar en mi vida la causa de su muerte, sino que siempre viva en mi con su divina gracia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Juxta crucem tecum stare 
Et me tibi sociáre
In planctu desídero.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN 
JESÚS ES SEPULTADO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta última estación se contempla cómo fue sepultado nuestro divino Redentor.
Considera, alma mía, cómo fue sepultado con gran devoción y respeto el Cuerpo santísimo de Jesús en un sepulcro nuevo que le habían preparado.
¡Ah, Jesús mío! Os doy gracias por todo lo que habéis sufrido por mí y os suplico que preparéis mi corazón para recibiros dignamente en la Santa Comunión y establezcáis vuestra morada para siempre en mi alma.
Padrenuestro, Avemaría y gloriapatri
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quando corpus morietur.
Fac ut ánimae donetur,
Paradisi gloria. Amén

V. Salva nos, Christe Salvátor, per virtútem Crucis.
R. Qui salvásti Petrum in mari, miserere nobis.

OREMUS
Deus qui Unigenití Fílii tui praetióso sánguine vivificae Crucis vexillum sanctificáre voluísti, concede quaesumus, eos qui ejúsdem sanctae Crucis gaudent honóre, tua quóque ubique protectióne gaudére. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. R. Amen.
V. Divínum auxílium máneat semper nobiscum.
R. Amen.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri,

ORACIÓN DE LAS CINCO LLAGAS
V. Deus, in adjutórium meum inténde.
R. Dómine, ad adjuvándum me festina.
Gloriapatri.
A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestra Mano derecha. Os doy gracias por el amor infinito con que quisisteis soportar tantos y tan atroces dolores por mis pecados que de todo corazón detesto, y os suplico que concedáis a la iglesia la victoria sobre sus enemigos, y a todos sus hijos caminar santamente por la senda de vuestros mandamientos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María
Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestra Mano izquierda, y os pido vuestra gracia para los pobres pecadores y moribundos, en especial para los que no quieren reconciliarse con Vos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL PIE DERECHO. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Pie derecho, y os pido la gracia de que en las Órdenes y Congregaciones religiosas germinen muchos Santos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Pie izquierdo, y os ruego por la libertad de las almas del purgatorio, principalmente por las que en vida fueron más devotas de vuestras sacratísimas llagas. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO. Amabilisimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Costado, y os ruego que bendigáis y escuchéis a todas aquellas personas que se encomiendan a nuestras oraciones, (Padrenuestro, Avemaría y Gloriapatri).

Virgo dolorosíssima, ora pro nobis, (3 veces).

Jesús Crucificado, reforzad estas plegarias con los méritos de vuestra Pasión: concedednos la santidad de vida y la gracia de recibir los Santos Sacramentos en eI momento de la muerte, y la gloria eterna. Amén.
(Trescientos días de indulgencia)

Oh buen Jesús, en tus llagas escóndeme
(Trescientos días de indulgencia)

DEVOCIONES. EL SAGRADO CORAZÓN. EL ROSARIO. LAS CUARENTA HORAS.

OBJECIÓN:
Parece que la devoción al Sagrado Corazón flaquea por la base, pues en ella se tributan honores divinos a una criatura. Además, según los adelantos de la Filosofía, es falso que el corazón sea el asiento del amor. ¿Y qué pruebas hay en favor de la autenticidad de la gran promesa? ¿No es herético sostener que uno tiene asegurada la salvación?
RESPUESTA:
Ninguno que entienda bien los dogmas de la Encarnación y de la Redención dudará lo más mínimo de la legitimidad de la devoción al Sagrado Corazón. Jesucristo, siendo una sola Persona divina, es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero Hombre. La Persona divina está hipostáticamente unida a la humanidad de Jesucristo, no solamente considerada en su totalidad, sino también considerada en sus partes diferentes; por ejemplo: sus manos, sus pies, su Sangre preciosa y su Corazón. Siguese, pues, que cada una de estas partes orgánicas merece ser adorada, no en cuanto se la considera en sí misma, sino por razón de su unión con la divinidad. 
Pío VI condenó la herejía jansenista, según la cual, adorar directamente a la humanidad de Jesucristo o a cualquiera de sus partes equivale a tributar honores divinos a una criatura. 
El Sagrado Corazón de Jesús merece el mismo culto que la divinidad, con tal que sea adorado juntamente con la Persona divina. En esta devoción consideramos el corazón no como el órgano, sino como el símbolo del amor. El corazón nos sugiere el amor, como la azucena nos sugiere la pureza y la balanza la justicia. La Biblia nos habla del corazón como el asiento ideal de los afectos (Isaí XLV, 14; Prov XXIII, 17; 1 Tim 1, 5), el origen de los deseos y de la volición (Mat 15, 19), y hasta le asigna operaciones intelectuales (Deut XI, 18; 1 Corintios II, 9).
La carta original en la que estaba contenida la gran promesa se perdió; pero ha llegado a nosotros en cinco versiones distintas. La primera puede verse en el primer volumen de la edición Vida y obras de Margarita María, editadas por la Visitación en 1867 y 1876. La segunda, en el segundo volumen de estas mismas ediciones. La tercera, en la Vida del obispo Languet. La cuarta, en un manuscrito que descubrió el P. Hamon el año 1902 en la biblioteca de José Dechelete. La quinta, en los anales del monasterio de Dijon. 
Por ahora nos es imposible determinar con exactitud cuál de estas versiones es la original. Desde luego, todas las versiones insisten de consuno en la comunión de los nueve primeros viernes, prometiendo la gracia del arrepentimiento final y la de no morir sin sacramentos. La versión de Languet dice que, después de haber cumplido las condiciones requeridas, puede uno abrigar la esperanza de recibir los sacramentos y de perseverar fiel hasta el fin. La primera versión añade estas palabras: “Si ella no se engaña”; las cuales prueban que la eficacia de la devoción de los nueve primeros viernes no es infalible. Esto no debe extrañar a nadie, pues ninguno tiene derecho a creerse seguro haga lo que hiciere. No basta hacer los nueve primeros viernes; hay que procurar vivir bien. Ya se ve, sin embargo, que estas comuniones no pueden menos de alcanzar del Señor gracias especiales, que, como dice el obispo Languet, “hagan a uno abrigar la esperanza de que obtendrá la gracia de la penitencia final”. Nadie, pues, se llame a engaño creyendo que con comulgar los nueve primeros viernes está seguro. Es menester, además, llevar buena vida; los nueve primeros viernes ayudan a llevarla buena hasta el fin.

OBJECIÓN:
¿Cuál es el origen y el significado del rosario? ¿A qué viene ese mecanismo con que los católicos poco instruidos cuentan sus oraciones por las sartas de los rosarios? Porque Jesucristo condenó eso ciertamente cuando dijo: “Al orar, no habléis mucho, como hacen los paganos” (Mat VI, 7).
RESPUESTA:
El objeto principal de la devoción del rosario es hacer que los fieles mediten en los misterios de nuestra redención. Los misterios son quince: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento, la Purificación, el encuentro del Niño en el templo, la Oración del huerto, la Flagelación, la Coronación de espinas, la Cruz a cuestas camino del Calvario, la Crucifixión, la Resurrección, la Ascensión, la venida del Espíritu Santo, la Asunción y la Coronación de la Santísima Virgen. 
En estos quince misterios puede decirse que está contenido todo el Evangelio. Los católicos, mientras rezan un Padrenuestro y diez Avemarias en cada misterio, meditan suavemente hasta empaparse en el espíritu de estos misterios salvadores. Desde el siglo IX al XII, los sacerdotes de las Ordenes monásticas decían misa por los hermanos difuntos, mientras que los legos recitaban cincuenta salmos o cincuenta Padrenuestros. 
En el siglo XII ya se usaba dividir en grupos de diez las cincuenta Avemarias que entonces rezaban. Las sartas del rosario ayudan notablemente para no distraerse, y para este fin fueron introducidas ya entonces. Se considera a Santo Domingo como reglamentador del rosario en su forma actual, quien introdujo, además, la práctica de meditar en los misterios.
Lo que Jesucristo condena en el pasaje arriba citado es aquella elocuencia verbosa con que los paganos pretendían doblegar la voluntad de los dioses y hacerles que hicieran lo que les pedían (Séneca, Epist 31, 5; Marcial 7, 60). Ya dijo San Agustín, comentando este pasaje, que “los gentiles eran los que hablaban mucho, fijándose más en la retórica con que adornaban sus plegarias que en la limpieza de sus almas”
Jesucristo mismo quiso enseñar a orar a sus apóstoles, y para ello les dio la más sublime de todas las oraciones: el Padrenuestro (Mat VI, 9-15). También se propuso el Señor con estas palabras condenar a los fariseos, a quienes les “gustaba orar en pie en las esquinas de las plazas para ser vistos de los hombres” (Mat VI, 5). “Con ese género de oración honraban a Dios con los labios, pero estaban lejos de El con el corazón” (Mat XV, 8; Isaí XXIX, 13). 
Es falso que Jesucristo condenase las repeticiones en la oración. El mismo, en el huerto de los Olivos, repitió tres veces la misma oración (Mat XXVI, 39, 42, 44), y dio vista al ciego que no hacía más que repetir la misma súplica (Mat XX, 31). En uno de los salmos más hermosos, el 135, se repite veintisiete veces la misma antífona: “Porque su misericordia (la de Dios) es eterna”; y los ángeles en el cielo no cesan de repetir día y noche esta alabanza: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el cual era, el cual es y el cual ha de venir” (Apoc IV, 8).
No siempre implica mecanismo la repetición de una oración. Un pianista de fama mundial, digamos Paderewski, puede repetir el mismo concierto veinte veces, siempre con la misma ejecución y con el mismo efecto de placer en los oyentes; un actor renombrado puede repetir su papel noche tras noche, y el teatro estará rebosante siempre de espectadores. Una madre se pasa las horas muertas diciendo y repitiendo las mismas ternezas a su niño, sin que ponga en la última expresión menos afecto que en la primera. Pues ¿por qué se va a acusar a los católicos de repetir una y otra vez el Padrenuestro y el Avemaria, como si repitiesen mecánicamente esas palabras hermosas, tomadas casi en su totalidad de la misma Escritura?

OBJECIÓN:
¿Qué cosa es la devoción de las Cuarenta Horas?
Es una devoción que tiene por objeto honrar a Jesucristo Sacramentado. Los fieles oran delante del Santísimo, que está expuesto cuarenta horas continuas en memoria de las cuarenta horas que estuvo el Cuerpo de Cristo en el sepulcro. Se empieza y se termina con una misa solemne, en la cual se tiene una procesión con el Santísimo Sacramento, y se cantan las letanías de los santos.
Tuvo origen en Milán a principios del siglo XVI, y su fin, según nos dice Paulo III (1543-1539), era “aplacar la ira de Dios, ofendido por los cristianos, y desbaratar las maquinaciones de los turcos, que se estaban armando para destruir la cristiandad”
En Roma popularizaron mucho esta devoción San Felipe Neri y San Ignacio, que recomendaban su observancia como un acto de reparación de los pecados cometidos durante los días de Carnaval. Hoy día se encuentra ya esparcida por todo el mundo católico.

BIBLIOGRAFIA
Arratibel, Manual de las Cuarenta Horas
Alcañiz, La devoción al Sagrado Corazón
Id. El Reinado del Sagrado Corazón, ideal de la juventud.
Getino, Origenes del Rosario.
Estebañez, La gran Promesa del Corazón de Jesús.
Grignon, El Secreto admirable del Santo Rosario.
Meschler, Jardín de Rosas de Nuestra Señora.
Tejada, La gran revelación del Sagrado Corazón.
Oraá, El Sagrado Corazón de Jesús.

A JESÚS CRUCIFICADO

“La devoción a Jesús crucificado es el medio más seguro para inflamarnos de amor hacia nuestro divino Redentor. Pocos son los que aman a Jesús, porque son pocos los que consideran las penas que por nosotros padeció; pero quien con frecuencia reflexiona sobre ellas no puede vivir sin amarle. Por esto el Apóstol decía que no quería saber otra cosa sino a Jesús y a Jesús crucificado, esto es: el amor que en la cruz nos demostró.” (San Alfonso.)
Ejercicio devoto para cada viernes. Los que al sonido de la campana de las tres de la tarde del viernes, rezaren de rodillas, si así pueden, cinco Padrenuestros y Avemarias, añadiendo, según la intención del Sumo Pontífice, la jaculatoria: Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste, porque con tu santa Cruz redimiste al mundo, u otra semejante, ganan una indulgencia de diez años; plenaria una vez ni mes, con las condiciones acostumbrados, haciendo este piadoso ejercicio todos los viernes.
Los que todos los viernes de cada semana rezaren siete Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris devotamente delante de una imagen de Jesús Crucificado, ganan una indulgencia de siete años; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas.
Los que, en memoria de los cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, rezaren devotamente cinco Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris, con la invocación: Haced, oh Santa Madre, que las llagas del Señor se impriman en mi corazón, ganan una indulgencia de tres años; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, haciendo este ejercicio todos los días.
Hay otras valiosas indulgencias para los que tomen parte en las funciones sagradas de la Semana Santa.

LETANIAS DE LA PASIÓN
Jesús, pobre y abyecto, TENED PIEDAD DE NOSOTROS
Jesús, desconocido y despreciado, Jesús, odiado, calumniado y perseguido.
Jesús, abandonado por los hombres y tentado por el demonio,
Jesús, entregado y vendido a vil precio,
Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente,
Jesús, vestido con vestidura de oprobio y de ignominia,
Jesús, abofeteado y escarnecido,
Jesús, atado y arrastrado con cordeles,
Jesús, sangrientamente flagelado, Jesús, pospuesto a Barrabás,
Jesús, depojado con infamia,
Jesús, coronado de espinas y burlescamente saludado,
Jesús, cargado con la cruz, con nuestros pecados y con las maldiciones de la plebe,
Jesús, triste hasta la muerte.
Jesús, saturado de oprobios, de dolores y de humillaciones,
Jesús, vilipendiado, vilmente escupido, herido, ultrajado y mofado.
Jesús, clavado en un infame madero entre dos ladrones,
Jesús, deshonrado y anonadado delante de los hombres,
ORACIÓN
Oh buen Jesús, que por nuestro amor sufristeis una infinidad de oprobios e incomprensibles humillaciones, imprimid profundamente en nuestros corazones la estimación y el amor de todos ellos, y dadnos un ardiente deseo de imitaros en vuestra santa vida. Amén.

RELOJ DE LA PASION DEL SEÑOR
tal como lo arregló y acostumbraba rezar el P. Leonardo Lessio, S. J.

A MAITINES
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Estuviste postrado en oración, Resignado en la voluntad del Eterno Padre,
Oprimido con el inmenso peso de nuestros pecados,
Afligido con indecible tristeza de muerte;
Sufriste en espíritu todos los tormentos que luego habías de padecer,
Sudaste sangre en la agonía,
Fuiste confortado por un ángel,
Saliste al encuentro de tus enemigos: Vendido por el beso traidor de Judas. Fuiste atado por crueles sayones, Abandonado de tus discípulos, presentado a Anás y Caifás,
Herido por un siervo con una bofetada
Acusado por falsos testigos,
Juzgado reo de muerte,
Escupido en tu rostro;
Y, vendados tus ojos,
Sufriste golpes y bofetadas,
Entregaste tu cuerpo a los que te herían y tus mejillas a los que te mesaban la barba,
Fuiste objeto de todas las mayores afrentas y blasfemias,
Y negado tres veces por San Pedro:

Señor mío Jesucristo,
Yo te ofrezco todas estas aflicciones, Te doy gracias por haberlas sufrido, te alabo y te bendigo,
Y por todas ellas te pido
Tengas misericordia de mí.

A PRIMA
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste de mañana condenado por el Sanedrín,
Entregado preso a Pilatos,
Acusado por los judíos,
Sin que ante tales acusaciones abrieses tus santos labios;
Relegado a Herodes,
Que te preguntó con curiosidad muchas cosas,
Y viendo tu silencio te despreció e hizo burla,
Te vistió de blanco como a un loco,
Y te remitió a Pílatos:
Señor mío Jesucristo…

A TERCIA
Bendita sea la hora sagrada en la cual.
Señor mío Jesucristo,
Fuiste condenado a sufrir azotes, 
Despojado de tus vestidos,
Atado desnudo a una columna,
Azotado con la mayor crueldad, 
Lacerado por nuestras maldades. 
Atormentado con acerbísimos dolores, 
Bañado en sangre por todo tu cuerpo, 
Tratado como a un vil esclavo; 
Permitiéronte poner tus vestiduras, 
Para despojarte de ellas otra vez,
Te vistieron manto de púrpura,
Te coronaron de espinas,
Te dieron una caña por cetro,
Te saludaron con amargo escarnio Rey de los judíos,
Te escupieron en el rostro,
Abofetearon tus mejillas.
Golpearon tu cabeza con una caña,
Te hartaron de dolores y oprobios,
Y en esta forma te sacaron fuera,
Te pusieron a la vista del pueblo,
Y así fuiste tenido por un leproso castigado por Dios.
Y con grandes voces pedido para colgarte en la cruz.
Pospuesto a Barrabás,
Condenado a la muerte más cruel e ignominiosa,
Entregado a la voluntad de los judíos, 
Cargado con la pesada cruz.
Y llevado como oveja al matadero
Señor mío Jesucristo…

A SEXTA
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste por tercera vez despojado de tus vestidos.
Extendido desnudo sobre la cruz. 
Clavado en ella de pies y manos. 
Llagado por nuestras iniquidades, 
Estirado cruelmente por todo tu cuerpo. 
Atormentado con acerbísimos dolores, 
Levantado en alto con la cruz,
Hecho espectáculo de admiración a los ángeles y a los hombres,
Y fuente de sangre, de que manaron con abundancia cuatro ríos,
Extendiendo tus brazos para recibir en ellos a los pecadores:
Señor mío Jesucristo…

A NONA
Bendita sea la hora sagrada en la cual. Señor mío Jesucristo,
Fuiste crucificado entre dos ladrones, contado entre los malhechores.
Hecho objeto de oprobio ante los hombres,
Blasfemado por los que pasaban junto a tí,
Escarnecido por los judíos,
Burlado en la cruz por la soldadesca, Insultado con injurias por el mal ladrón, Saturado de oprobios;
Y en medio de tantos dolores y contumelias,
Rogaste al Padre por tus enemigos, 
Prometiste el paraíso al ladrón arrepentido.
Diste a tu Madre como hijo en tu lugar al discípulo Juan,
Atestiguaste haber sido abandonado por tu Padre,
Recibiste pare aliviar tu sed, hiel y vinagre,
Declaraste consumado ya cuanto de tí estaba escrito,
Y encomendaste tu espíritu en las manos de tu Padre,
De quien siempre por la reverencia que mereces fuiste oido;
Obediente hasta la muerte de cruz,
Fuiste atravesado con una lanza;
De tu costado herido brotó sangre y agua;
Por tus golpes y cardenales recibimos salud.
Y te hiciste propiciación por nuestros pecados:
Señor mío Jesucristo…

A VÍSPERAS
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo, 
Fuiste bajado de la cruz,
Recibido en los brazos de tu Madre, 
Llorado con muchas lágrimas.
Por tu afligida Madre María y por todos tus amigos:
Señor mío Jesucristo…

A COMPLETAS
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste envuelto en una sábana.
Llevado al sepulcro,
Y sepultado;
María lloraba con tus amigos, 
Esperando tu santa Resurrección: 
Señor mío Jesucristo.

ACTO DE DESAGRAVIO DE LAS GUARDIAS DE HONOR

(Para el primer Viernes de Mes)

¡Oh divino Salvador Jesús!, dignaos dirigir una mirada de misericordia y de amor sobre vuestras Guardias de Honor, que, unidas en un solo pensamiento de fe, de amor y de reparación, vienen a llorar, a vuestros pies, sus infidelidades y las de los pobres pecadores, sus hermanos.
Ojalá pudiéramos, con las promesas unánimes y solemnes que vamos a hacer, conmover vuestro Corazón divino y conseguir misericordia para nosotros, para el mundo infeliz y culpable, para todos los que no tienen la dicha de amaros.
En adelante, sí, nosotros todos los prometemos .. .
Del olvido e ingratitud de los hombres.
Os consolaremos Señor.
De vuestro abandono en el santo Tabernáculo, Os consolaremos Señor.
De los crímenes de los pecadores, Os consolaremos Señor
Del odio de los impíos, ” “
De las blasfemias que se vomitan contra Vos, ” “
De las injurias hechas a vuestra Divinidad, ” “
De los sacrilegios con que se profana vuestro Sacramento de amor. ” “
De las inmodestias y de las irreverencias cometidas en vuestra presencia adorable, ” “
De las traiciones de que sois la adorable víctima, ” “
De la frialdad de la mayor parte de vuestros hijos, ” “
De los desprecios que se hacen de vuestras llamadas de amor,
” “
De las infidelidades de los que se dicen vuestros amigos, ” “
Del abuso de vuestras gracias, ” “
De nuestras propias infidelidades, ” “
De la incomprensible dureza de nuestros corazones, ” “
De nuestras tardanzas en amaros, ” “
De nuestra cobardía en vuestro santo servicio. ” “
De la amarga tristeza en que os sumerge la pérdida de las almas. ” “
De lo mucho que os hacemos esperar a la puerta de nuestros corazones, ” “
De las amargas repulsas con que os abrevan, ” “
En vuestros suspiros de amor, ” “
En vuestras lágrimas de amor, ” “
En vuestra prisión de amor, ” “
En vuestro martirio de amor. ” “

Oración
¡Oh divino Salvador Jesús, cuyo Corazón amante ha emitido esta dolorosa queja: “He buscado quien me consolase y no le he hallado…”!, dignaos aceptar el pobre homenaje de nuestro desagravio y asistirnos tan eficazmente con la ayuda de vuestra gracia, que. en adelante, huyendo más y más de todo lo que pudiese disgustaros, seamos en todo y por todo vuestras fíeles y devotas Guardias de Honor.
Os lo pedimos por vuestro Corazón, oh amado Jesús, que, siendo Dios con el Padre y el Espíritu Santo, vivís y reináis por todos los siglos de los siglos. Así sea.

LETANIAS DEL SANTISIMO NOMBRE DE JESÚS

Kyrie, eléison.
Christe, eléison.
Kyrie, eléison.
Jesu, audi nos. Miserere Nobis
Jesu, exáudi nos. ” “
Pater de coelis Deus, ” “
Fili, Redémptor mundi Deus, ” “
Spiritus Sáncte Deus. ” “
Sancta Trínitas Unus Deus. ” “
Jesu, Fili Dei vivi, » »
Jesu, splendor Patris, » »
Jesu, candor lucis etérnae, » »
Jesu, rex glóriae, » »
Jesu, sol justítiae. » »
Jesu, Fili Maríae Vírginis, » »
Jesu, amábilis, » »
Jesu, admirábilis, » »
Jesu, Deus fortis, » »
Jesu, pater futúri saeculi, » »
Jesu, magni consílii Angele, » »
Jesu, potentíssime, » <
Jesu, patientissime, » >
Jesu, obedientíssime, » »
Jesu, mitis et húmilis corde, » »
Jesu, amátor castitátis, » »
Jesu, amátor noster, » «
Jesu, Deus pacis, » «
Jesu, auctor vitae, > «
Jesu, exémplar virtútum, » »
Jesu, zelátor animárum, » »
Jesu, Deus noster, » »
Jesu, refúgium nostrum, » ”
Jesu, pater páuperum, » »
Jesu, thesáure fidélium, 
Jesu, bone Pastor, » »
Jesu, lux vera, » »
Jesu, sapiéntia aetérna, » »
Jesu, bonitas infinita, » »
Jesu, vía et vita nostra, » »
Jesu, gáudium Angelórum, » »
Jesu, rex Patriarchárum, » »
Jesu, Magister Apostolórum, » »
Jesu, doctor Evangelistárum, » »
Jesu, fortitúdo Mártyrum, » »
Jesu, lumen Confessórum, » »
Jesu, púritas Vírginum, 
Jesu, corona sanctórum ómnium.,
Propitius esto, parce nobis, Jesu
Propitius esto, exáudi nos, Jesu
Ab omni malo, libera nos, Jesu
Ab omni peccáto, » »
Ab ira tua, » »
Ab insidiis diáboli, » »
A spiritu fornicatiónis, » »
A morte perpetua, » »
A negléctu inspiratiónum tuárum, » »
Per mystérium sanctae incarnatinis tuae, » »
Per Nativitátem tuam, » »
Per Infantiam tuam, »
Per divintssimam vitam tuam, 
Per labores tuos, » »
Per agoníam et passiónem tuam, » »
Per Crucem et derelictiónem tuam, » »
Per languores tuos, » »
Per mortem et sepultúram tuam. » »
Per Resurrectiónem tuam, » »
Per Ascensiónem tuam, » »
Per Sanctíssimne Eucharístiae institutiónem tuam, » »
Per gáudia tua, » »
Per glóriam tuam, » » Agnus Dei, qui tollis percata mundi, parce nobis, Jesu. » »
Agnus Dei, qui tollis peceáta mundi, exaudí nos, Jesu, » »
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi, miserere nobis, Jesu. » » Jesu, audi, nos;  » »
Jesu, exaudí nos. » »

Orémus
Dómine, Jesu Christe, qui dixísti: Pétite, et accípiétis; quaerite, et inveniétis; pulsáte, et aperiétur vobis: quaesumus, da nobis peténtibus diviníssimi tui amóris afféctum, ut te toto corde, ore et opere diligámus, et a tua numquam laude cessemus.
Sancti nóminis tui, Dómine, timórem páriter et amorém fac nos habére perpétuum; quia númquam tua gubernatióne destituís quos in soliditáte tuae dilectiónis instituís. Qui vivís et regnas in saecula saeculórum.
Amén.

(Indulgencia de siete años. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, rezando devotamente todos los días las letanías con los “Oremus”).

INVOCACIONES AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS.

(San Bernardino de Sena)
¡Oh buen Jesús! ¡Oh piadosísimo Jesús! ¡Oh dulcísimo Jesús! ¡Oh Jesús, Hijo de María Virgen, lleno de misericordia y de piedad! ¡Oh dulce Jesús, tened piedad de mí según vuestra gran misericordia! ¡Oh clementísimo Jesús, por la preciosísima sangre que derramasteis por los pecadores, os pido que borréis todas mis iniquidades y os dignéis dirigir una mirada de compasión a este miserable e indigno pecador, que humildemente os pide perdón e invoca este vuestro santo nombre! ¡Oh nombre de Jesús, nombre dulcísimo! ¡Nombre de Jesús, nombre deliciosísimos! ¡Nombre de Jesús, nombre de aliento y fortaleza! ¡Jesús, es decir, Salvador! ¡Ah, sí, oh Jesús, por vuestro santo nombre, sed para mí Jesús y salvadme! No permitáis que yo venga a condenarme, Vos que me formaste de la nada. ¡Oh buen Jesús no permitáis que mi iniquidad me pierda, Vos que con vuestra omnipotente bondad me redimisteis! ¡Oh buen Jesús, conservad todo lo que es vuestro y purificad lo que os es contrario! ¡Oh benignisimo Jesús, tened piedad de mí, en este tiempo de misericordia, para que el día del juicio no tengáis que condenarme! ¡los muertos, oh Jesús, no os alabarán, ni cuantos descienden al infierno! ¡Oh amadisimo Jesús! ¡Oh deseadísimo Jesús! ¡Oh mansisimo Jesús! ¡Oh Jesús, Jesús, Jesús, admitidme en el número de los elegidos! ¡Oh Jesús, salud de cuantos creen en Vos! ¡Oh Jesús, alivio de los que a Vos recurren! ¡Oh Jesús, Hijo de María siempre Virgen, infundid en mí la gracia, la caridad, la castidad, la sabiduría y la humildad. para que pueda perfectamente amaros, alabaros, poseeros, serviros, y gloriarme en Vos, con todos los que invocan vuestro santo nombre! Así sea.

ORACIÓN
Oh Dios, que a tu Hijo unigénito hiciste Salvador del genero humano y mandaste que se llamara Jesús: concédenos benigno la gracia de que en el cielo gocemos la vista de Aquel cuyo santo Nombre veneramos en la tierra. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(Indulgencia de cinco años; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN REPARADORA
¡Oh Jesús, mi Salvador y Redentor, Hijo de Dios vivo, heme aquí postrado a vuestros pies: os pido perdón, y deseo reparar por todas las blasfemias contra vuestro santo nombre, por todas las injurias que se os infieren en el Santísimo Sacramento del altar, por todas las irreverencias para con vuestra Santísima Madre Inmaculada, por todas las calumnias contra La Santa Iglesia Católica! Oh Jesús, que dijisteis: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, se os concederá”, os ruego y suplico por mis hermanos que se encuentran en peligro de pecar, a fin de que queráis preservarles de los atractivos de la apostasía: salvad a los que se encuentran ya al borde del precipicio; conceded a todos luz y discernimiento de la verdad, valor y fuerza en luchas contra el mal, perseverancia en la fe, y caridad activa y eficaz. Misericordiosísimo Jesús, en vuestro nombre, pues, dirijo estas peticiones a Dios, vuestro Padre, con el que vivís y reináis en unidad con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

El nombre adorable de Jesús, que significa “Salvador”, es el más grande, el más venerable, el más poderoso de todos los nombres: el más grande, porque es el nombre propio del Hijo de Dios; el más venerable, porque recuerda cuanto por nuestra salvación hizo y padeció; el más poderoso, porque con su invocación se han obrado y se obran los más estupendos milagros. “Al nombre de Jesús, dice San Pablo, doblan la rodilla, todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno”.
Todos los Santos han venerado siempre el nombre santísimo de nuestro Salvador, pero entre los propagadores más celosos de esta devoción es fuerza recordar a San Bernardo y San Bernardino de Sena. Se cuenta de este último, que, para más imprimir en el corazón de los fieles esta devoción, hizo grabar con caracteres de oro en una pequeña tabla la sigla del nombre de Jesús: J. H. S. (Jesús Hóminum Salvátor), circundada de rayos luminosos, y mostrándola al pueblo al fin de sus fogosos sermones, le invitaba a la adoración de lo que le ponía delante.
(Los que tengan la piadosa costumbre de invocar este santísimo nombre, ganan indulgencia de trescientos días; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, invocándolo todos los días; e indulgencia plenaria en el articulo de la muerte, invocándolo con el corazón, de no poder hacerlo con los labios, confesando y comulgando, y aceptando la muerte en expiación de los pecados).
El mes de enero en honor del santo nombre de Jesús. (Siete años de indulgencia una vez al día; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, para los que cada día honraren con alguna práctica de devoción al Santísimo Nombre de Jesús).

DEVOCIÓN AL NIÑO JESÚS

A JESÚS NIÑO

“¡Ah! ¿Cómo es posible que no ame y no invite a todos a amarlo el que considera con fe a un Dios hecho niño, llorando y gimiendo sobre la paja de una cueva, del mismo modo que San Francisco de Asís invitaba a todos a amarlo diciendo: Amemos al Niño de Belén? Es niño, no habla, sólo gime; pero, oh Dios mío, que aquellos gemidos son otras tantas voces de amor con que nos invita a amarlo y nos pide el corazón.” (San Alfonso de Ligorio)
“Por la tristeza de los tiempos no se recomienda jamás bastante la devoción hacia el Niño Jesús, del que sólo podemos esperarnos la verdadera paz, habiendo venido El a traerla desde el cielo”. (Pío XI.)

Novena de Navidad.

Indulgencia de diez años cada día. Plenaria al que asiste al ejercicio público de la novena a lo menos cinco días, confiesa comulga y reza según las intenciones del Sumo Pontífice.

OFRECIMIENTO EN HONOR DE LA SANTA INFANCIA DE JESÚS

Para la novena de Navidad y la anterior al 25 de cada mes
I.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud y la de todo el mundo, el misterio del Nacimiento de nuestro Divino Redentor. Gloriapatri.

II.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, los padecimientos de la Santísima Virgen y de San José en aquel largo y fatigoso viaje de Nazaret a Belén, y la angustia de su corazón por no encontrar lugar donde ponerse a cubierto, cuando estaba para nacer el Salvador del mundo. Gloriapatri.

III.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna los padecimientos de Jesús en el pesebre donde nació, la dura paja que le sirvió de cama, el frío que sufrió, los pañales que lo envolvieron, las lágrimas que derramó, y sus tiernos gemidos. Gloriapatri.

IV.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, el dolor que sintió el divino Niño Jesús en su tierno cuerpecito cuando se sujetó a la Circuncisión; os ofrezco aquella sangre preciosa que entonces derramó por primera vez para la salvación de todo género humano. Gloriapatri.

V.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, la humildad, la mortificación, la paciencia, la caridad, las virtudes todas del Niño Jesús, y os agradezco, amo y bendigo infinitamente por este inefable misterio de la Encarnación del Verbo divino. Gloriapalri.

V.- El Verbo se hizo carne.
R.- Y habitó entre nosotros.

Oremos. Oh Dios, cuyo Unigénito compareció entre nosotros en carne mortal; haced que merezcamos ser reformados en nuestro interior, por El, que en el exterior se dignó mostrarse semejante a nosotros. MI que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos. Así sea.
(Indulgencia de siete años cada día; plenaria al terminar la novena, con las condiciones acostumbradas).

OBSEQUIO A JESÚS NIÑO
Amabilísimo Señor nuestro Jesucristo, que hecho niño por nosotros, quisisteis nacer en una gruta para librarnos de las tinieblas del pecado, para atraernos a Vos y encendernos con vuestro santo amor, os adoramos por nuestro Creador y Redentor, os reconocemos por nuestro Rey y Señor, y por tributo os ofrecemos todos los afectos de nuestro pobre corazón. Amado Jesús, Señor y Dios nuestro, dignaos aceptar esta ofrenda, y para que sea digna de vuestro agrado, perdonadnos nuestras culpas, iluminadnos, inflamadnos en aquel santo fuego que habéis venido a traer al mundo, para encenderlo en nuestros corazones. Llegue a ser de este modo nuestra alma un sacrificio perpetuo en vuestro honor; haced que ella siempre busque vuestra mayor gloria aquí en la tierra para que llegue un día a gozar vuestras infinitas bellezas en el cielo. Así sea.
(Indulgencia de tres años; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS
Os adoro, Verbo encarnado. Hijo verdadero de Dios desde toda la eternidad, e Hijo verdadero de María en la plenitud de los tiempos. Adorando vuestra divina persona y la humanidad que os está unida, me siento movido a venerar también vuestra pobre cuna, que os acogió siendo niño, y fue verdaderamente el primer trono de vuestro amor. Pueda yo postrarme delante de ella con la simplicidad de los pastores, con la fe de José, con la caridad de María. Pueda más bien inclinarme a venerar tan precioso monumento de nuestra salud con el espíritu de mortificación, de pobreza y de humildad, con el que Vos, siendo el Señor del cielo y de la tierra, lo elegisteis para receptáculo de vuestros miembros un pesebre. Y Vos, oh Señor, que niño todavía en esta cuna os dignasteis descansar, dignaos también derramar en mi corazón una gota de aquella alegría que debía producir la vista de vuestra amable infancia y de los prodigios que acompañaron vuestro nacimiento; en virtud de la cual os conjuro concedáis a todo el mundo con la buena voluntad, la paz, y deis, en nombre de todo el género humano, toda clase de gracias y de gloria al Padre y al Espíritu Santo que con Vos, único Dios, vive y reina en los siglos de los siglos. Así sea.