EJERCICIO DEL VÍA CRUCIS

El Via Crucis es una de las principales prácticas para honrar la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, y al mismo tiempo, el medio más eficaz para convertir a los pecadores, enfervorizar a los tibios y santificar a los justos.
Este ejercicio tan saludable, aprobado repetidamente por la Santa Iglesia, está enriquecido con muchísimas indulgencias. Por lo tanto, los que, aun privadamente, con el corazón arrepentido, hacen este ejercicio en el lugar donde el Via Crucis esté canónicamente erigido, ganan una indulgencia plenaria cada vez; otra indulgencia plenaria si el mismo día comulgan, o si comulgan en el mes durante el cual hayan hecho a lo menos diez veces el mismo ejercicio del Via Crucis. — Una indulgencia de diez años por cada estación, si por una causa razonable no pudiesen terminar el ejercicio.
Las oraciones que se reciten en cada estación, los versículos y los cánticos no son necesarios para adquirir las indulgencias; son una piadosa y laudable costumbre introducida por la piedad de los fieles y que ahora se practica por todas partes.
Aquellos que están legítimamente impedidos (navegantes, enfermos, presos, etc.) para visitar las estaciones del Vía Crucis donde están erigidas, pueden ganar los mismas indulgencias teniendo en la mano un crucifijo bendecido especialmente para ello, y rezando veinte Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris; esto es, catorce por las catorce estaciones, cinco a las cinco Hagas, y uno según la intención de la Santa Iglesia.
Los enfermos de gravedad ganan las mismas indulgencias, aun sólo besando o contemplando el crucifijo bendecido especialmente para ello, y rezando, si es posible, alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.

EJERCICIO PREPARATORIO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Oremus
Réspice, quaesumus Dómine, super hanc familiam tuam, pro qua Dóminus noster Jesus Christus non dubitávit mánibus tradi nocentium et Crucis subiré torméntum. Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculórum. Amen.

ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh Dios y Redentor mío! Vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre que las llagas del Señor, se impriman en mi corazón.

Stabat Mater dolorósa.
Juxta crucem lacrymósa.
Dum pendebat Fílius.

PRIMERA ESTACIÓN
JESÚS CONDENADO A MUERTE.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta primera estación se contempla el Pretorio donde pronunció Pilatos la sentencia de muerte contra nuestro Redentor.
Considera, alma mía, cómo Pilatos condenó a muerte de cruz a tu inocentísimo Jesús, y cómo Él se sometió voluntariamente a la muerte para librarte de la condenación eterna.
¡Ah, Jesús mío! gracias os doy por tanta caridad, y os suplico que revoquéis la sentencia de condenación eterna, que he merecido por mis culpas, para que sea digno de poseer la vida eterna.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
Se impriman en mi corazón.

Cujus, animan geméntem, 
Contristátam et doléntem,
Pertransívit gládius.

SEGUNDA ESTACIÓN
JESÚS CARGANDO CON LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta segunda estación se contempla cómo fue Jesús cargado con el pesadísimo leño de la cruz.
Considera, alma mía, cómo Jesús cargó sobre sus delicados hombros la cruz que hacían tan pesada tus enormes e innumerables pecados.
¡Ah, Jesús! perdonadme y dadme gracia para que no aumente el peso de vuestra cruz con nuevas culpas, y haced que lleve siempre la mía, haciendo verdadera penitencia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserére nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón

Oh quam tristis et aflict,
Fuit illa benedicta,
Mater Unigéniti!

TERCERA ESTACIÓN 
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta tercera estación se contempla cómo cayó Jesús por primera vez bajo el peso de la cruz.
Considera, alma mía, cómo Jesús, no pudiendo soportar el peso que le cargaron, cayó bajo la cruz, agobiado de cansancio y dolor.
¡Ah, Jesús mío! Mis caídas en el pecado son causa de la vuestra. Os suplico que me deis gracia para no renovaros este dolor con nuevas culpas.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre 
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Quae moerébat et dolebat.
Pia Mater, dum vidébat,
Nati poenas íncliti.

CUARTA ESTACIÓN 
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE SANTÍSIMA
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste ni mundo.
En esta cuarta estación se contempla el dolorísimo encuentro de María Santísima con su divino Hijo.
Considera, alma mía, el dolor que experimentó el corazón de Jesús de la Virgen a la vista de Jesús, y el corazón de Jesús a la vista de su afligidísima Madre. Tus culpas fueron la causa de este dolor de Jesús y María.
¡Ah, Jesús! ¡Ah, María! Hacedme sentir verdadero dolor de mis pecados para que los llore toda mi vida, y merezca ser consolado con vuestra asistencia en la hora de mi muerte.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapalri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quis est homo, qui non fleret.. 
Matrem Christi si vidéret,
In tanto supplício?

QUINTA ESTACIÓN 
JESÚS AYUDADO POR EL CIRINEO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta quinta estación se contempla cómo fue obligado Simón Cirineo a ayudar a Jesús a llevar la Cruz.
Considera, alma mía, cómo no teniendo ya Jesús fuerzas para llevar la cruz, los judíos le aliviaron de aquel peso con una fingida compasión.
¡Ah, Jesús mío! Yo soy quien merezco la cruz porque he pecado: haced que a lo menos os siga, llevando por vuestro amor la cruz de la adversidad.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quis non posset contristan,
Christi Matrem contemplari,
Doléntem cum Filio?

SEXTA ESTACIÓN
EL ROSTRO DE JESÚS ENJUGADO POR LA VERÓNICA
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecírnoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta sexta estación se contempla cómo la Verónica enjugó el rostro de Jesús.
Considera, alma mía, la prontitud de aquella santa mujer en aliviar a Jesús, y cómo Jesús la recompensó inmediatamente, permitiendo que su adorable rostro quedará estampado en aquel lienzo.
¡Ah, Jesús mío! Purificad mi alma de todas sus manchas e imprimid en ella y en mi corazón vuestra santísima Pasión.
V. Miserere nostri, Dómine
R. Miserere nostri
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Pro peccátis suae gentis.
Vidit Jesum in torméntís.
Et flagélis súbditum.

SÉPTIMA ESTACIÓN 
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ BAJO EL PESO DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta séptima estación se contempla la segunda caída de Jesús con gran dolor y tormento.Considera, alma mía, los padecimientos de Jesús al caer de nuevo, a causa de tus recaídas en el pecado.
¡Ah, Jesús! Me confundo en vuestra presencia, y os ruego que me ayudéis a levantarme de mis caídas de manera que no vuelva a recaer jamás.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri. Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Vidit suum dulcem natum,
Moriéndo desolátum,
Dum emísit spíritum.

OCTAVA ESTACIÓN
JESÚS CONSOLANDO A LAS PIADOSAS MUJERES
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecimoste
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta octava estación se contempla cómo Jesús encontró a las piadosas mujeres que lloraban por Él.
Considera, alma mía, cómo Jesús dijo a aquellas mujeres que no llorasen por él, sino por sí mismas, para enseñarte que antes debes llorar por tus pecados, que compadecer sus sufrimientos.
¡Ah, Jesús mío! Dadme lágrimas de verdadera contrición, para que sea meritoria la compasión que siento por vuestros dolores.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Eja, Mater, fons amóris,
Me sentiré vim dolóris,
Fac, ut tecum lúgeam.

NOVENA ESTACIÓN
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ BAJO LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta novena estación se contempla la tercera caída de Jesús, con nuevas heridas y nuevos tormentos.
Considera, alma mía, cómo cayó Jesús por tercera vez, para expiar tu malicia obstinada que te hace recaer sin cesar en nuevos pecados.
¡Ah, Jesús mío! Quiero poner para siempre término a mis iniquidades, a fin de procuraros algún alivio; confirmad, os ruego, mis propósitos y haced que con vuestra gracia sean eficaces.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Fac ut árdeat cor meum,
In amando Christum Deum,
Ut sibi compláceam.

DÉCIMA ESTACIÓN
DESNUDAN A JESÚS Y LE DAN HIEL Y VINAGRE
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta décima estación se contempla cómo, habiendo llegado Jesús al Calvario, fue despojado de sus vestidos y le dieron a beber hiel y vinagre.
Considera, alma mía, la confusión de Jesús, al verse enteramente despojado de sus vestiduras y la pena que experimentó cuando le dieron a beber hiel y vinagre. Así expió tus inmodestias y sensualidad en la comida.
¡Ah, Jesús mío! Me arrepiento de todos mis excesos, y prometo con firme resolución no volver a renovar vuestras penas, y vivir en adelante con toda modestia y templanza. Así lo espero, ayudado de Vuestra divina gracia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
Que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Santa Mater, istud agas,
Crucifixi fige plagas,
Cordi meo valide.

UNDÉCIMA ESTACIÓN
JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecimoste
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta undécima estación se contempla cómo Jesús fue clavado en la cruz en presencia de su afligidísima Madre.
Considera, alma mía, los tormentos que sufrió Jesús al sentir sus pies y manos traspasados de gruesos clavos. ¡Oh, crueldad de los judíos! ¡Oh, amor de Jesús hacia nosotros!
¡Ah, Jesús mío! ¡Vos padecisteis tanto por mí, y yo nada quiero sufrir por Vos! Enclavad, os ruego, en vuestra cruz, mi rebelde voluntad, resuelta a no ofenderos más en lo porvenir, antes bien, a padecer voluntariamente cualquier pena por vuestro amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Tui Nati vulneráti.
Tam dignáti pro me pati.
Paenas mecum divide

DUODÉCIMA ESTACIÓN 
JESÚS MUERE EN LA CRUZ.
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecírnoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimirte al mundo.
En la duodécima estación se contempla la muerte de Jesús en la cruz.
Considera, alma mía, cómo, después de tres horas de cruel agonía, expiró el Redentor en la cruz por tu salvación.
¡Ah, Jesús mío! Justo es que emplee el resto de mi vida en serviros, puesto que Vos habéis dado la vuestra por mí en medio de tantos tormentos. Tomo aquí esta firme resolución; concededme, por los méritos de vuestra muerte, la gracia de ser fiel a ella.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haceed, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor
se impriman en mi corazón.

Mac me tecum pie flere.
Crucifixo condoleré,
Doñec ego víxero.

DECIMOTERCIA ESTACIÓN
EL DESPRENDIMIENTO DE JESÚS DE LA CRUZ
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta décimotercia estación se contempla cómo el Cuerpo Santísimo de Jesús fue bajado de la cruz y colocado en los brazos de su Santísima Madre.
Considera, alma mía, el dolor de la Virgen María al ver muerto entre sus brazos a su divino Hijo.
¡Ah Virgen Santísima! Por los méritos de Jesús, obtenedme la gracia de no volver a renovar en mi vida la causa de su muerte, sino que siempre viva en mi con su divina gracia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.
Haced, oh Santa Madre, 
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Juxta crucem tecum stare 
Et me tibi sociáre
In planctu desídero.

DÉCIMOCUARTA ESTACIÓN 
JESÚS ES SEPULTADO
V. Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste.
R. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
En esta última estación se contempla cómo fue sepultado nuestro divino Redentor.
Considera, alma mía, cómo fue sepultado con gran devoción y respeto el Cuerpo santísimo de Jesús en un sepulcro nuevo que le habían preparado.
¡Ah, Jesús mío! Os doy gracias por todo lo que habéis sufrido por mí y os suplico que preparéis mi corazón para recibiros dignamente en la Santa Comunión y establezcáis vuestra morada para siempre en mi alma.
Padrenuestro, Avemaría y gloriapatri
V. Miserere nostri, Dómine.
R. Miserere nostri.

Haced, oh Santa Madre.
que las llagas del Señor 
se impriman en mi corazón.

Quando corpus morietur.
Fac ut ánimae donetur,
Paradisi gloria. Amén

V. Salva nos, Christe Salvátor, per virtútem Crucis.
R. Qui salvásti Petrum in mari, miserere nobis.

OREMUS
Deus qui Unigenití Fílii tui praetióso sánguine vivificae Crucis vexillum sanctificáre voluísti, concede quaesumus, eos qui ejúsdem sanctae Crucis gaudent honóre, tua quóque ubique protectióne gaudére. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum. R. Amen.
V. Divínum auxílium máneat semper nobiscum.
R. Amen.
Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri,

ORACIÓN DE LAS CINCO LLAGAS
V. Deus, in adjutórium meum inténde.
R. Dómine, ad adjuvándum me festina.
Gloriapatri.
A LA LLAGA DE LA MANO DERECHA. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestra Mano derecha. Os doy gracias por el amor infinito con que quisisteis soportar tantos y tan atroces dolores por mis pecados que de todo corazón detesto, y os suplico que concedáis a la iglesia la victoria sobre sus enemigos, y a todos sus hijos caminar santamente por la senda de vuestros mandamientos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DE LA MANO IZQUIERDA. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María
Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestra Mano izquierda, y os pido vuestra gracia para los pobres pecadores y moribundos, en especial para los que no quieren reconciliarse con Vos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL PIE DERECHO. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Pie derecho, y os pido la gracia de que en las Órdenes y Congregaciones religiosas germinen muchos Santos. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO. Amabilísimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Pie izquierdo, y os ruego por la libertad de las almas del purgatorio, principalmente por las que en vida fueron más devotas de vuestras sacratísimas llagas. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri).
A LA LLAGA DEL SAGRADO COSTADO. Amabilisimo Señor mío Jesús Crucificado, profundamente postrado, y en unión de María Santísima, de todos los ángeles y bienaventurados del cielo, adoro la llaga sacratísima de vuestro Costado, y os ruego que bendigáis y escuchéis a todas aquellas personas que se encomiendan a nuestras oraciones, (Padrenuestro, Avemaría y Gloriapatri).

Virgo dolorosíssima, ora pro nobis, (3 veces).

Jesús Crucificado, reforzad estas plegarias con los méritos de vuestra Pasión: concedednos la santidad de vida y la gracia de recibir los Santos Sacramentos en eI momento de la muerte, y la gloria eterna. Amén.
(Trescientos días de indulgencia)

Oh buen Jesús, en tus llagas escóndeme
(Trescientos días de indulgencia)

DEVOCIONES. EL SAGRADO CORAZÓN. EL ROSARIO. LAS CUARENTA HORAS.

OBJECIÓN:
Parece que la devoción al Sagrado Corazón flaquea por la base, pues en ella se tributan honores divinos a una criatura. Además, según los adelantos de la Filosofía, es falso que el corazón sea el asiento del amor. ¿Y qué pruebas hay en favor de la autenticidad de la gran promesa? ¿No es herético sostener que uno tiene asegurada la salvación?
RESPUESTA:
Ninguno que entienda bien los dogmas de la Encarnación y de la Redención dudará lo más mínimo de la legitimidad de la devoción al Sagrado Corazón. Jesucristo, siendo una sola Persona divina, es al mismo tiempo verdadero Dios y verdadero Hombre. La Persona divina está hipostáticamente unida a la humanidad de Jesucristo, no solamente considerada en su totalidad, sino también considerada en sus partes diferentes; por ejemplo: sus manos, sus pies, su Sangre preciosa y su Corazón. Siguese, pues, que cada una de estas partes orgánicas merece ser adorada, no en cuanto se la considera en sí misma, sino por razón de su unión con la divinidad. 
Pío VI condenó la herejía jansenista, según la cual, adorar directamente a la humanidad de Jesucristo o a cualquiera de sus partes equivale a tributar honores divinos a una criatura. 
El Sagrado Corazón de Jesús merece el mismo culto que la divinidad, con tal que sea adorado juntamente con la Persona divina. En esta devoción consideramos el corazón no como el órgano, sino como el símbolo del amor. El corazón nos sugiere el amor, como la azucena nos sugiere la pureza y la balanza la justicia. La Biblia nos habla del corazón como el asiento ideal de los afectos (Isaí XLV, 14; Prov XXIII, 17; 1 Tim 1, 5), el origen de los deseos y de la volición (Mat 15, 19), y hasta le asigna operaciones intelectuales (Deut XI, 18; 1 Corintios II, 9).
La carta original en la que estaba contenida la gran promesa se perdió; pero ha llegado a nosotros en cinco versiones distintas. La primera puede verse en el primer volumen de la edición Vida y obras de Margarita María, editadas por la Visitación en 1867 y 1876. La segunda, en el segundo volumen de estas mismas ediciones. La tercera, en la Vida del obispo Languet. La cuarta, en un manuscrito que descubrió el P. Hamon el año 1902 en la biblioteca de José Dechelete. La quinta, en los anales del monasterio de Dijon. 
Por ahora nos es imposible determinar con exactitud cuál de estas versiones es la original. Desde luego, todas las versiones insisten de consuno en la comunión de los nueve primeros viernes, prometiendo la gracia del arrepentimiento final y la de no morir sin sacramentos. La versión de Languet dice que, después de haber cumplido las condiciones requeridas, puede uno abrigar la esperanza de recibir los sacramentos y de perseverar fiel hasta el fin. La primera versión añade estas palabras: “Si ella no se engaña”; las cuales prueban que la eficacia de la devoción de los nueve primeros viernes no es infalible. Esto no debe extrañar a nadie, pues ninguno tiene derecho a creerse seguro haga lo que hiciere. No basta hacer los nueve primeros viernes; hay que procurar vivir bien. Ya se ve, sin embargo, que estas comuniones no pueden menos de alcanzar del Señor gracias especiales, que, como dice el obispo Languet, “hagan a uno abrigar la esperanza de que obtendrá la gracia de la penitencia final”. Nadie, pues, se llame a engaño creyendo que con comulgar los nueve primeros viernes está seguro. Es menester, además, llevar buena vida; los nueve primeros viernes ayudan a llevarla buena hasta el fin.

OBJECIÓN:
¿Cuál es el origen y el significado del rosario? ¿A qué viene ese mecanismo con que los católicos poco instruidos cuentan sus oraciones por las sartas de los rosarios? Porque Jesucristo condenó eso ciertamente cuando dijo: “Al orar, no habléis mucho, como hacen los paganos” (Mat VI, 7).
RESPUESTA:
El objeto principal de la devoción del rosario es hacer que los fieles mediten en los misterios de nuestra redención. Los misterios son quince: la Anunciación, la Visitación, el Nacimiento, la Purificación, el encuentro del Niño en el templo, la Oración del huerto, la Flagelación, la Coronación de espinas, la Cruz a cuestas camino del Calvario, la Crucifixión, la Resurrección, la Ascensión, la venida del Espíritu Santo, la Asunción y la Coronación de la Santísima Virgen. 
En estos quince misterios puede decirse que está contenido todo el Evangelio. Los católicos, mientras rezan un Padrenuestro y diez Avemarias en cada misterio, meditan suavemente hasta empaparse en el espíritu de estos misterios salvadores. Desde el siglo IX al XII, los sacerdotes de las Ordenes monásticas decían misa por los hermanos difuntos, mientras que los legos recitaban cincuenta salmos o cincuenta Padrenuestros. 
En el siglo XII ya se usaba dividir en grupos de diez las cincuenta Avemarias que entonces rezaban. Las sartas del rosario ayudan notablemente para no distraerse, y para este fin fueron introducidas ya entonces. Se considera a Santo Domingo como reglamentador del rosario en su forma actual, quien introdujo, además, la práctica de meditar en los misterios.
Lo que Jesucristo condena en el pasaje arriba citado es aquella elocuencia verbosa con que los paganos pretendían doblegar la voluntad de los dioses y hacerles que hicieran lo que les pedían (Séneca, Epist 31, 5; Marcial 7, 60). Ya dijo San Agustín, comentando este pasaje, que “los gentiles eran los que hablaban mucho, fijándose más en la retórica con que adornaban sus plegarias que en la limpieza de sus almas”
Jesucristo mismo quiso enseñar a orar a sus apóstoles, y para ello les dio la más sublime de todas las oraciones: el Padrenuestro (Mat VI, 9-15). También se propuso el Señor con estas palabras condenar a los fariseos, a quienes les “gustaba orar en pie en las esquinas de las plazas para ser vistos de los hombres” (Mat VI, 5). “Con ese género de oración honraban a Dios con los labios, pero estaban lejos de El con el corazón” (Mat XV, 8; Isaí XXIX, 13). 
Es falso que Jesucristo condenase las repeticiones en la oración. El mismo, en el huerto de los Olivos, repitió tres veces la misma oración (Mat XXVI, 39, 42, 44), y dio vista al ciego que no hacía más que repetir la misma súplica (Mat XX, 31). En uno de los salmos más hermosos, el 135, se repite veintisiete veces la misma antífona: “Porque su misericordia (la de Dios) es eterna”; y los ángeles en el cielo no cesan de repetir día y noche esta alabanza: “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios Todopoderoso, el cual era, el cual es y el cual ha de venir” (Apoc IV, 8).
No siempre implica mecanismo la repetición de una oración. Un pianista de fama mundial, digamos Paderewski, puede repetir el mismo concierto veinte veces, siempre con la misma ejecución y con el mismo efecto de placer en los oyentes; un actor renombrado puede repetir su papel noche tras noche, y el teatro estará rebosante siempre de espectadores. Una madre se pasa las horas muertas diciendo y repitiendo las mismas ternezas a su niño, sin que ponga en la última expresión menos afecto que en la primera. Pues ¿por qué se va a acusar a los católicos de repetir una y otra vez el Padrenuestro y el Avemaria, como si repitiesen mecánicamente esas palabras hermosas, tomadas casi en su totalidad de la misma Escritura?

OBJECIÓN:
¿Qué cosa es la devoción de las Cuarenta Horas?
Es una devoción que tiene por objeto honrar a Jesucristo Sacramentado. Los fieles oran delante del Santísimo, que está expuesto cuarenta horas continuas en memoria de las cuarenta horas que estuvo el Cuerpo de Cristo en el sepulcro. Se empieza y se termina con una misa solemne, en la cual se tiene una procesión con el Santísimo Sacramento, y se cantan las letanías de los santos.
Tuvo origen en Milán a principios del siglo XVI, y su fin, según nos dice Paulo III (1543-1539), era “aplacar la ira de Dios, ofendido por los cristianos, y desbaratar las maquinaciones de los turcos, que se estaban armando para destruir la cristiandad”
En Roma popularizaron mucho esta devoción San Felipe Neri y San Ignacio, que recomendaban su observancia como un acto de reparación de los pecados cometidos durante los días de Carnaval. Hoy día se encuentra ya esparcida por todo el mundo católico.

BIBLIOGRAFIA
Arratibel, Manual de las Cuarenta Horas
Alcañiz, La devoción al Sagrado Corazón
Id. El Reinado del Sagrado Corazón, ideal de la juventud.
Getino, Origenes del Rosario.
Estebañez, La gran Promesa del Corazón de Jesús.
Grignon, El Secreto admirable del Santo Rosario.
Meschler, Jardín de Rosas de Nuestra Señora.
Tejada, La gran revelación del Sagrado Corazón.
Oraá, El Sagrado Corazón de Jesús.

A JESÚS CRUCIFICADO

“La devoción a Jesús crucificado es el medio más seguro para inflamarnos de amor hacia nuestro divino Redentor. Pocos son los que aman a Jesús, porque son pocos los que consideran las penas que por nosotros padeció; pero quien con frecuencia reflexiona sobre ellas no puede vivir sin amarle. Por esto el Apóstol decía que no quería saber otra cosa sino a Jesús y a Jesús crucificado, esto es: el amor que en la cruz nos demostró.” (San Alfonso.)
Ejercicio devoto para cada viernes. Los que al sonido de la campana de las tres de la tarde del viernes, rezaren de rodillas, si así pueden, cinco Padrenuestros y Avemarias, añadiendo, según la intención del Sumo Pontífice, la jaculatoria: Adorámoste, oh Cristo, y bendecímoste, porque con tu santa Cruz redimiste al mundo, u otra semejante, ganan una indulgencia de diez años; plenaria una vez ni mes, con las condiciones acostumbrados, haciendo este piadoso ejercicio todos los viernes.
Los que todos los viernes de cada semana rezaren siete Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris devotamente delante de una imagen de Jesús Crucificado, ganan una indulgencia de siete años; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas.
Los que, en memoria de los cinco Llagas de Nuestro Señor Jesucristo, rezaren devotamente cinco Padrenuestros, Avemarias y Gloriapatris, con la invocación: Haced, oh Santa Madre, que las llagas del Señor se impriman en mi corazón, ganan una indulgencia de tres años; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, haciendo este ejercicio todos los días.
Hay otras valiosas indulgencias para los que tomen parte en las funciones sagradas de la Semana Santa.

LETANIAS DE LA PASIÓN
Jesús, pobre y abyecto, TENED PIEDAD DE NOSOTROS
Jesús, desconocido y despreciado, Jesús, odiado, calumniado y perseguido.
Jesús, abandonado por los hombres y tentado por el demonio,
Jesús, entregado y vendido a vil precio,
Jesús, vituperado, acusado y condenado injustamente,
Jesús, vestido con vestidura de oprobio y de ignominia,
Jesús, abofeteado y escarnecido,
Jesús, atado y arrastrado con cordeles,
Jesús, sangrientamente flagelado, Jesús, pospuesto a Barrabás,
Jesús, depojado con infamia,
Jesús, coronado de espinas y burlescamente saludado,
Jesús, cargado con la cruz, con nuestros pecados y con las maldiciones de la plebe,
Jesús, triste hasta la muerte.
Jesús, saturado de oprobios, de dolores y de humillaciones,
Jesús, vilipendiado, vilmente escupido, herido, ultrajado y mofado.
Jesús, clavado en un infame madero entre dos ladrones,
Jesús, deshonrado y anonadado delante de los hombres,
ORACIÓN
Oh buen Jesús, que por nuestro amor sufristeis una infinidad de oprobios e incomprensibles humillaciones, imprimid profundamente en nuestros corazones la estimación y el amor de todos ellos, y dadnos un ardiente deseo de imitaros en vuestra santa vida. Amén.

RELOJ DE LA PASION DEL SEÑOR
tal como lo arregló y acostumbraba rezar el P. Leonardo Lessio, S. J.

A MAITINES
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Estuviste postrado en oración, Resignado en la voluntad del Eterno Padre,
Oprimido con el inmenso peso de nuestros pecados,
Afligido con indecible tristeza de muerte;
Sufriste en espíritu todos los tormentos que luego habías de padecer,
Sudaste sangre en la agonía,
Fuiste confortado por un ángel,
Saliste al encuentro de tus enemigos: Vendido por el beso traidor de Judas. Fuiste atado por crueles sayones, Abandonado de tus discípulos, presentado a Anás y Caifás,
Herido por un siervo con una bofetada
Acusado por falsos testigos,
Juzgado reo de muerte,
Escupido en tu rostro;
Y, vendados tus ojos,
Sufriste golpes y bofetadas,
Entregaste tu cuerpo a los que te herían y tus mejillas a los que te mesaban la barba,
Fuiste objeto de todas las mayores afrentas y blasfemias,
Y negado tres veces por San Pedro:

Señor mío Jesucristo,
Yo te ofrezco todas estas aflicciones, Te doy gracias por haberlas sufrido, te alabo y te bendigo,
Y por todas ellas te pido
Tengas misericordia de mí.

A PRIMA
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste de mañana condenado por el Sanedrín,
Entregado preso a Pilatos,
Acusado por los judíos,
Sin que ante tales acusaciones abrieses tus santos labios;
Relegado a Herodes,
Que te preguntó con curiosidad muchas cosas,
Y viendo tu silencio te despreció e hizo burla,
Te vistió de blanco como a un loco,
Y te remitió a Pílatos:
Señor mío Jesucristo…

A TERCIA
Bendita sea la hora sagrada en la cual.
Señor mío Jesucristo,
Fuiste condenado a sufrir azotes, 
Despojado de tus vestidos,
Atado desnudo a una columna,
Azotado con la mayor crueldad, 
Lacerado por nuestras maldades. 
Atormentado con acerbísimos dolores, 
Bañado en sangre por todo tu cuerpo, 
Tratado como a un vil esclavo; 
Permitiéronte poner tus vestiduras, 
Para despojarte de ellas otra vez,
Te vistieron manto de púrpura,
Te coronaron de espinas,
Te dieron una caña por cetro,
Te saludaron con amargo escarnio Rey de los judíos,
Te escupieron en el rostro,
Abofetearon tus mejillas.
Golpearon tu cabeza con una caña,
Te hartaron de dolores y oprobios,
Y en esta forma te sacaron fuera,
Te pusieron a la vista del pueblo,
Y así fuiste tenido por un leproso castigado por Dios.
Y con grandes voces pedido para colgarte en la cruz.
Pospuesto a Barrabás,
Condenado a la muerte más cruel e ignominiosa,
Entregado a la voluntad de los judíos, 
Cargado con la pesada cruz.
Y llevado como oveja al matadero
Señor mío Jesucristo…

A SEXTA
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste por tercera vez despojado de tus vestidos.
Extendido desnudo sobre la cruz. 
Clavado en ella de pies y manos. 
Llagado por nuestras iniquidades, 
Estirado cruelmente por todo tu cuerpo. 
Atormentado con acerbísimos dolores, 
Levantado en alto con la cruz,
Hecho espectáculo de admiración a los ángeles y a los hombres,
Y fuente de sangre, de que manaron con abundancia cuatro ríos,
Extendiendo tus brazos para recibir en ellos a los pecadores:
Señor mío Jesucristo…

A NONA
Bendita sea la hora sagrada en la cual. Señor mío Jesucristo,
Fuiste crucificado entre dos ladrones, contado entre los malhechores.
Hecho objeto de oprobio ante los hombres,
Blasfemado por los que pasaban junto a tí,
Escarnecido por los judíos,
Burlado en la cruz por la soldadesca, Insultado con injurias por el mal ladrón, Saturado de oprobios;
Y en medio de tantos dolores y contumelias,
Rogaste al Padre por tus enemigos, 
Prometiste el paraíso al ladrón arrepentido.
Diste a tu Madre como hijo en tu lugar al discípulo Juan,
Atestiguaste haber sido abandonado por tu Padre,
Recibiste pare aliviar tu sed, hiel y vinagre,
Declaraste consumado ya cuanto de tí estaba escrito,
Y encomendaste tu espíritu en las manos de tu Padre,
De quien siempre por la reverencia que mereces fuiste oido;
Obediente hasta la muerte de cruz,
Fuiste atravesado con una lanza;
De tu costado herido brotó sangre y agua;
Por tus golpes y cardenales recibimos salud.
Y te hiciste propiciación por nuestros pecados:
Señor mío Jesucristo…

A VÍSPERAS
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo, 
Fuiste bajado de la cruz,
Recibido en los brazos de tu Madre, 
Llorado con muchas lágrimas.
Por tu afligida Madre María y por todos tus amigos:
Señor mío Jesucristo…

A COMPLETAS
Bendita sea la hora sagrada en la cual, Señor mío Jesucristo,
Fuiste envuelto en una sábana.
Llevado al sepulcro,
Y sepultado;
María lloraba con tus amigos, 
Esperando tu santa Resurrección: 
Señor mío Jesucristo.

ACTO DE DESAGRAVIO DE LAS GUARDIAS DE HONOR

(Para el primer Viernes de Mes)

¡Oh divino Salvador Jesús!, dignaos dirigir una mirada de misericordia y de amor sobre vuestras Guardias de Honor, que, unidas en un solo pensamiento de fe, de amor y de reparación, vienen a llorar, a vuestros pies, sus infidelidades y las de los pobres pecadores, sus hermanos.
Ojalá pudiéramos, con las promesas unánimes y solemnes que vamos a hacer, conmover vuestro Corazón divino y conseguir misericordia para nosotros, para el mundo infeliz y culpable, para todos los que no tienen la dicha de amaros.
En adelante, sí, nosotros todos los prometemos .. .
Del olvido e ingratitud de los hombres.
Os consolaremos Señor.
De vuestro abandono en el santo Tabernáculo, Os consolaremos Señor.
De los crímenes de los pecadores, Os consolaremos Señor
Del odio de los impíos, ” “
De las blasfemias que se vomitan contra Vos, ” “
De las injurias hechas a vuestra Divinidad, ” “
De los sacrilegios con que se profana vuestro Sacramento de amor. ” “
De las inmodestias y de las irreverencias cometidas en vuestra presencia adorable, ” “
De las traiciones de que sois la adorable víctima, ” “
De la frialdad de la mayor parte de vuestros hijos, ” “
De los desprecios que se hacen de vuestras llamadas de amor,
” “
De las infidelidades de los que se dicen vuestros amigos, ” “
Del abuso de vuestras gracias, ” “
De nuestras propias infidelidades, ” “
De la incomprensible dureza de nuestros corazones, ” “
De nuestras tardanzas en amaros, ” “
De nuestra cobardía en vuestro santo servicio. ” “
De la amarga tristeza en que os sumerge la pérdida de las almas. ” “
De lo mucho que os hacemos esperar a la puerta de nuestros corazones, ” “
De las amargas repulsas con que os abrevan, ” “
En vuestros suspiros de amor, ” “
En vuestras lágrimas de amor, ” “
En vuestra prisión de amor, ” “
En vuestro martirio de amor. ” “

Oración
¡Oh divino Salvador Jesús, cuyo Corazón amante ha emitido esta dolorosa queja: “He buscado quien me consolase y no le he hallado…”!, dignaos aceptar el pobre homenaje de nuestro desagravio y asistirnos tan eficazmente con la ayuda de vuestra gracia, que. en adelante, huyendo más y más de todo lo que pudiese disgustaros, seamos en todo y por todo vuestras fíeles y devotas Guardias de Honor.
Os lo pedimos por vuestro Corazón, oh amado Jesús, que, siendo Dios con el Padre y el Espíritu Santo, vivís y reináis por todos los siglos de los siglos. Así sea.

LA SAGRADA COMUNIÓN

QUÉ ES.—Comulgar es recibir a Jesucristo presente en el Sacramento de la Eucaristía. En virtud de las palabras de la consagración, Jesucristo está presente bajo la apariencia de pan y vino. Pues bien; el que comulga recibe un trocito de ese pan consagrado, llamado hostia, la cual contiene a Jesucristo todo entero, quien pasa a ser alimento de su alma conforme al dicho del Salvador: “El que come mi carne vivirá por mí.”
NECESIDAD.— Conforme a esto, aquel que por culpa o liviandad dejare mucho tiempo sin comulgar, adelantará poco en la perfección cristiana y fácilmente desfallecerá. “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre no tendréis vida en vosotros.” Pasa con el alma lo que con el cuerpo, que sin alimentarse no puede vivir.
Por eso la Iglesia obliga a los fieles, bajo pecado mortal, a recibir sacramentalmente la Comunión, por lo menos una vez al año, por Pascua Florida así como también cuando una enfermedad grave les pusiere en peligro de muerte. En este último caso la Comunión recibe el nombre de Viático, lo que significa que es para el alma el alimento destinado a fortalecerla en el gran viaje a la eternidad.
EFECTOS DE LA SAGRADA COMUNIÓN.—Son inestimables. Como su mismo nombre lo indica, el primero y más propio es el de incorporarnos o unirnos (Comunión: unión con) a Jesucristo, y por medio de él al Padre, al Espíritu Santo y a todos los justos que forman un solo cuerpo con Cristo, deificándonos con esta unión y haciéndonos participantes de su divinidad.
Pueden compararse los efectos de la Comunión a los que el pan produce en el que lo come. El pan se une íntimamente a nuestro cuerpo, le sustenta, le hace crecer, repara su flaqueza y cansancio, deleita el paladar. Así la Sagrada Comunión conserva y aumenta la vida de la gracia, entibia nuestros malos deseos, borra las manchas de los pecados leves y a menudo hace gustar dulces consuelos espirituales. Estas gracias sólo las alcanza el que se prepara convenientemente.
DISPOSICIONES.—Los que comulguen deben estar en ayunas de alimentos sólidos 3 horas antes de comulgar. Sin beber una hora solamente. El agua natural no rompe el ayuno.
Debe, sobre todo, el que comulga estar en gracia de Dios. Aquel que a sabiendas se acercare en pecado mortal cometería un gravísimo sacrilegio. La luz es agradable y benéfica a los ojos sanos y dañosa y perjudicial a los enfermos. De la misma manera el Cuerpo del Señor, para los puros, es medicina saludable, pero para los impuros es muerte del alma.
Aunque para comulgar con provecho basta el estado de gracia sin embargo, la Comunión aprovechará tanto más cuanto mayor sea el deseo de agradar a Dios y hacerse santo en el que comulga (rectitud de intención). De aquí la necesidad de prepararse cuidadosamente y de dar gracias con todo fervor después de comulgar.

PREPARACIÓN BREVE PARA LA SAGRADA COMUNIÓN
ACTO DE FE Y DE ADORACIÓN. Señor mío Jesucristo, creo con toda el alma que estáis realmente en el Santísimo Sacramento del altar con vuestro Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Por consiguiente, os adoro en este sacramento y os reconozco por mi Criador, Señor y Redentor, y por mi sumo y único bien.
ACTO DE ESPERANZA. Señor, espero que dándoos todo a mí en ese divino sacramento usaréis conmigo de misericordia y me concederéis todas las gracias que son necesarias para mi eterna salvación.
ACTO DE CARIDAD. Señor, os amo con todo mi corazón sobre todas las cosas, porque sois mi Padre, mi Redentor, mi Dios infinitamente amable, y por vuestro amor, amo a mi prójimo como a mí mismo, y perdono de corazón a los que me han ofendido.
ACTO DE CONTRICIÓN. Señor, detesto mis pecados, porque son ofensa vuestra y me hacen indigno de recibiros en mi corazón; propongo con vuestra gracia no volver a cometerlos en adelante, huir de sus ocasiones y hacer penitencia.
ACTO DE DESEO. Señor, deseo ardientemente que vengáis a mi alma, para que la santifiquéis y la hagáis toda vuestra por amor, de manera que ya no se separe de vos, sino que viva siempre en vuestra gracia.
ACTO DE HUMILDAD. Señor, no soy digno de que vengáis a morar en mí, pero decid una sola palabra y mi alma será salvada.

BREVE ACCIÓN DE GRACIAS PARA DESPUÉS DE LA SANTA COMUNIÓN
ACTO DE FE Y DE ADORACIÓN
. Señor mío Jesucristo, creo que estáis verdaderamente en mí con vuestro Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y, humillado en mi nada os adoro profundamente como a mi Dios y Señor.
ACTO DE ESPERANZA. Señor, ya que habéis venido a mi alma, haced que jamás me aparte de vos con el pecado, antes permaneced siempre en mi con la gracia: lo espero por vuestra bondad y misericordia.
ACTO DE CARIDAD. Señor, Dios mío, os amo cuanto sé y puedo, y deseo amaros cada vez más: haced que os ame sobre todas las cosas ahora y siempre por los siglos de los siglos.
ACTO DE OFRECIMIENTO. Señor, puesto que os habéis dado todo a mi, yo me entrego todo a vos: os ofrezco mi corazón y mi alma, os consagro toda mi vida y quiero ser vuestro por toda la eternidad.
ACTO DE PETICIÓN. Señor, dadme todas las gracias espirituales y temporales que conocéis ser útiles a mi alma; socorred a mis padres, a mis bienhechores, amigos y superiores y librad a las almas benditas del purgatorio.

ANTES DE LA COMUNIÓN
Oración de San Ambrosio
¡Oh piadoso Señor Jesucristo!, yo indigno pecador, confiado en vuestra misericordia y bondad más que en mis propios merecimientos, me acerco con temor y temblor a tomar parte en este banquete suavísimo del altar. Pues, reconozco que tanto mi corazón como mi cuerpo están manchados con muchos pecados, y que mi mente y mi lengua no han sido cuidadosamente. os habéis dado todo a mi, yo me entrego oh Majestad tremenda!, yo, miserable en medio de tantas angustias, recurro a Vos, que sois fuente de misericordia; a Vos acudo en busca de salud y me acojo bajo vuestra protección; y ya que me es imposible soportar vuestra mirada de juez irritado deseo vivamente contemplaros como mi Salvador. A Vos Señor, descubro mis llagas y mi vergüenza; conozco que os he ofendido frecuente y gravemente, y por eso me inspiráis temor. Mas espero en vuestra misericordia infinita; miradme con ojos misericordiosos, Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y Hombre crucificado por los hombres. Oídme, pues en Vos tengo puesta la esperanza; apiadaos de mi, que estoy lleno de miserias y de pecados, Vos que sois fuente de misericordia, que no cesa, jamás de manar. Salve, Victima de salvación, ofrecida en el patíbulo de la cruz por mí y por todo el linaje humano. Salve, noble y preciosa Sangre que mana de las llagas de nuestro Señor Jesucristo, crucificado y lava todos los crímenes del mundo ; acordaos Señor, del hombre que habéis rescatado con vuestra sangre. Me arrepiento ya de haberos ofendido y propongo enmendarme en lo sucesivo. Padre clementisimo, alejad de mí todas mis iniquidades y todos mis pecados, para que, purificado de alma y cuerpo, merezca entrar dignamente en el Santo de los Santos, y que este cuerpo y esta Sangre que deseo tomar, aunque indigno, sirvan para remisión de mis culpas, para purificar totalmente mi alma de sus delitos, para ahuyentar los pensamientos torpes, para devolverle los buenos sentimientos; dar eficacia a las obras que a Vos os agradan, y, finalmente, para firmísima protección contra las asechanzas del enemigo de mi alma y de mi cuerpo. Amén.
(Tres años de indulgencia, en favor del Sacerdote celebrante, una vez al día.)

ORACION A JESÚS QUE VIVE EN MARÍA 
(Olier)
Oh Jesús, que vivís en María, venid a vivir en vuestros siervos, con el espíritu de de vuestra santidad, con la plenitud de vuestra fuerza, con la verdad de vuestra virtud, con la perfección de vuestra vida, con la comunión de vuestros misterios, dominad sobre toda adversa potestad con vuestro espíritu para la gloria del Padre. Amén.

ORACIÓN DE SAN ANSELMO
Señor, dijisteis con vuestros sacrosantos y benditos labios: “El pan que yo os daré es mi carne por la salvación del mundo. El que comiere de este pan vivirá eternamente”. ¡Oh pan de incomparable dulzura, sana la enfermedad de mis sentidos a fin de que guste la suavidad de tu amor! ¡Disipa todas las languideces de mi alma, para que no experimente otro atractivo que el tuyo, no cante otro amor sino a Ti, ni ame más belleza que la tuya! ¡Oh pan candidísimo que encierra toda suerte de delicias y el más exquisito sabor; tú que sacias eternamente nuestra hambre sin mengua alguna tuya, sé el alimento de mi corazón, y que tu sabor inunde los senos de mi alma! Y como el ángel se embriaga de tus maravillas, haz que acá abajo el hombre viador se sacie de Ti en cuanto es dado a su naturaleza a fin de que, fortificado con tal viático, no desfallezca en las andanzas de su peregrinación. Pan sagrado, pan vivo, pan de inefable belleza, de pureza inmaculada, pan bajado del cielo y que das la vida al mundo, ven a mi corazón, purifícame de todas las suciedades de la carne y del espíritu; entra en mi alma interior y exteriormente. Amen.
¡Dios mío, a Tí aspiro, y me dirijo desde que apunta la aurora; de Ti está sedíenta mi alma! (Salmo LXII, I.) 
Señor, vos sabéis que os amo. (Jn., XXI, 15.)

ORACIÓN DE SANTO TOMAS DE AQUINO
Aquí me llego, todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de tu unigénito Hijo mi Señor Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como sucio a la fuente de misericordia, como ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre y miserable al Señor de los cielos y la tierra.
Ruego, pues, a tu infinita bondad y misericordia tengas a bien sanar mi enfermedad, limpiar mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez, para que así pueda yo recibir el pan de los ángeles, al Rey de los reyes, al Señor de los señores, con tanta reverencia y humildad, con tanto dolor y devoción, con tal fe y tal pureza y con tal propósito e intención cual conviene para la salud de mi alma.
Dame, Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento de tu sacratísimo Cuerpo, sino también la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh Dios benignísimo, dame que reciba yo el Cuerpo de tu unigénito Hijo y Señor nuestro Jesucristo, formado de María Virgen, de tal modo que merezca ser incorporado a su cuerpo místico y contado entre sus miembros! ¡Oh amantísimo Padre, concédeme tu Hijo amado, al cual deseo ahora recibir encubierto y velado, de manera que merezca yo contemplarle para siempre descubierto y sin velo en la eternidad! Amén.
(Indulgencia de tres años; plenaria al mes, por el rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
¡Oh divino Jesús mío. oh amado de mi corazón os amo, o al menos deseo amaros con toda la capacidad de mi corazón!
¡Ah, justo es que os ame, puesto que por mi, no solo quisisteis sacrificar vuestra vida en el Calvario, sino instituir además el adorable Sacramento, del que tengo la dicha de participar, y por el que os recibo en mi corazón, estrechando la más íntima unión con vos.
Vos mismo me invitáis a venir a Vos y a recibiros, ¡Oh amor inmenso, oh amor incomprensible! ¡Mi Dios quiere darse a mí, débil y miserable criatura, a mí que tantas veces le he sido infiel!
¡Oh Dios de amor, os amo, os amo sobre todas las cosas; os amo más que a mí mismo; os amo únicamente por Vos y por vuestra infinita amabilidad! ¡Ah, quisiera veros amado Por todos los corazones y en todo el mundo! ¡Por lo menos os amaré yo hasta el último suspiro! ¡Madre de mi Jesús, vos que le amásteis más que todas las criaturas juntas, y que tanto deseáis verle amado por todos los corazones, rogad por mí, a fin de que mi corazón le ame cada vez más y persevere hasta el fin en su santo amor!

ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
¡Oh Madre de piedad y de misericordia, beatísima Virgen María, yo, miserable e indigno pecador, recurro a vos con todo el afecto y amor de que soy capaz, y suplico a vuestra piedad que, como asististeis a los Apóstoles que en el cenáculo se preparaban a recibir el Espíritu Santo, así os dignéis también asistirme benignamente, a mí, pobre pecador, de manera que, socorrido por vuestra gracia, pueda recibir dignamente el cuerpo y sangre de vuestro divino Hijo y nuestro Salvador Jesucristo. Amén.

ORACIÓN A SAN JOSE
¡Oh feliz varón San José, que os fue dado no sólo ver y oír al Dios a quien muchos reyes desearon ver y no le vieron, oír y no le oyeron, sino también guiarle, besarle, vestirle y custodiarle.
V. Ruega por nosotros, santísimo José.
R. Para que seamos dignos de las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oración. Haced, oh Señor, que así como el bienaventurado José mereció tocar con sus manos y llevar en ellas a tu Hijo Unigénito, nacido de María Virgen, así podamos serviros con toda limpieza de corazón y santidad de obras Para poder recibir hoy dignamente el sacrosanto Cuerpo y Sangre de tu Hijo y merecer en la otra vida el premio eterno. Amén.
(Indulgencia de tres años en favor del Sacerdote celebrante).

DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
ORACIÓN DE SAN BUENAVENTURA

Dulcísimo Señor Jesús, traspasad con el suavísimo y salutífero dardo de vuestro Amor lo más íntimo de mi alma con una verdadera, santa y perfecta caridad, a fin que mi alma languidezca y se derrita en el amor y deseo de Vos solo. A sólo Vos aspire y desfallezca en vuestros atrios deseando verse libre de la carne para estar ron vos en el paraíso. Concededme, Señor, que mi alma tenga hambre de Vos, pan los ángeles, alimento de las almas santas, pan nuestro cotidiano, sobresubstancial, que encierra todo sabor y dulzura, y todo suavísimo deleite. Haced que tenga siempre hambre de Vos, y siempre mi corazón se nutra de Vos, en quien desean mirarse los ángeles, y con la dulzura de vuestro sabor se hinchen los senos de mi alma; tenga siempre sed de Vos, fuente de vida, fuente de sabiduría y de ciencia, fuente de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la casa de Dios; a Vos siempre os desee, a Vos os busque, a Vos os halle, a Vos tienda, a Vos llegue, a Vos os medite, de Vos hable, y todo obre para alabanza y gloria de vuestro santo nombre, con humildad y discreción, con amor y gusto, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin. Vos sólo seáis siempre mi esperanza, toda mi confianza, mis riquezas, mi gozo y mi alegría, mi descanso y tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi olor, mi dulzura, mi refección, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi porción, mi posesión, mi tesoro, donde estén siempre fijos, firmes e inconmoviblemente arraigados mi mente y mi corazón. Amén.
(Indulgencia de tres años en favor del Sacerdote celebrante).

ORACIÓN A JESUCRISTO.
¡Cuán suave es la dulzura de vuestro pan celestial! ¡Cuán admirable es la tranquilidad y completa la paz de quien os recibe, después de haber detestado y sinceramente confesado las propias culpas! ¡Bendito seáis mil veces, oh Jesús mío!. Infeliz era cuando vivía en mis pecados. Ahora no sólo experimento la tranquilidad de mi alma, sino que me parece pregustar la paz del paraíso. ¡Ah cuán cierto es que nuestro corazón ha sido hecho para Vos, oh mi amado Señor, y que solamente goza cuando descansa en Vos! Os doy gracias y propongo huir del pecado y de sus ocasiones y fijar mi morada en vuestro corazón, de donde espero los auxilios para poder amaros hasta la muerte. Amén.
(Quinientos días de indulgencia, rezándola después de la Comunión; plenaria al mes, por su rezo diario, con las condiciones acostumbrabas)

ORACIÓN DE SAN BUENAVENTURA
Señor Jesús, sedme propicio por vuestro Cuerpo y Sangre que acabo de recibir. Vos dijisteis: El que come mi carne y bebe mi sangre mora en mí y yo en él, por lo que os suplico que creáis en mí un corazón nuevo y renovéis en mí el espíritu de justicia, me fortifiquéis con vuestro santo Espíritu, me defendáis de todos los peligros, me corrijáis de mis vicios, de manera que merezca participar un día de los goces celestiales. Arrancad de mi corazón todo extraño amor y haced que esté crucificado para el mundo y unido a Vos mismo Jesucristo, gustando de mi descanso en Dios como en mi centro. Sólo una cosa me es necesaria y es la única que busco. Lejos de mí la multitud de vanos pensamientos. No tengo ya más que un amigo, un solo amor: Jesucristo, mi Dios y el esposo de mi alma. No hay ya en mí gusto ni atractivo, sino en Jesucristo. Sea Él todo mío y yo todo suyo; venga a ser mi corazón una sola cosa con Él, de modo que no sepa, ni ame, ni desee sino a mi Señor Jesús y Jesús Crucificado.

A LA SANTÍSIMA VIRGEN
(De Santa Gertrudis)
¡Oh beatísima Virgen María, he aquí a vuestro dulcísimo Hijo a quien llevasteis en vuestro seno y disteis al mundo para la salvación de todo el genero humano!
¡He aquí Aquel a quien visteis crecer en sabiduría y gracia delante de Dios y delante de los hombres, y con quien pasaste íntimamente unida en este mundo durante tantos años! ¡A Este, por un inestimable beneficio de la bondad divina, acabo de recibirle en mi corazón!
¡Oh Madre mía dulcísima, a vos os lo presento con humildad y amor! ¡Os lo ofrezco para que lo estrechéis en vuestros brazos, le colméis de vuestros santos besos y le améis con vuestro corazón!
¡Os lo ofrezco para que conmigo le adoréis, le ofrezcáis por mí a la Santísima Trinidad con un culto supremo de adoración! Por mis necesidades, por las del mundo entero, y finalmente, para que en esta oferta la eminente prerrogativa de vuestra dignidad supla a la pobreza de mis méritos y a mi extrema indigencia.
Ángel de mi guarda, San José, Santos y Santas todos del cielo, venid a alabar y a dar gracias por mí a Jesús, y alcanzadme la gracia de que esta comunión me disponga para una vida tan piadosa que me asegure la consecución de la gloria eterna, en la que pueda cantar con vos las divinas alabanzas por todos los siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN
¡Hasta dónde, oh amantísimo Jesús mío, ha llegado vuestra excesiva caridad! Con vuestra Carne y preciosísima Sangre me habéis preparado una divina mesa en la que os dais Por completo a mí. ¿Quién os ha impulsado a tales transportes de amor? Nadie ciertamente, sino vuestro amorosísimo Corazón. Oh Corazón adorable de mi Jesús, horno ardentísimo del divino amor, recibid a mi alma en vuestra sacratísima llaga, para que en esta escuela de caridad aprenda a amar a aquel Dios que tan admirables pruebas de su amor me dio. Amén.
(Quinientos días de indulgencia; plenaria al mes, por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN PARA OBTENER LA DEVOCIÓN A LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Os ruego con todo encarecimiento, oh dulcísimo Señor mío Jesucristo, que vuestra Pasión sea la fuerza que me asegure, proteja y defienda; que vuestras llagas sean la comida y bebida espiritual de mi alma; que la aspersión de vuestra sangre sea para mí el baño purificador de mis culpas; que vuestra muerte me obtenga la vida sin fin; que vuestra cruz sea, para mí, vida sempiterna. Encuentre yo en la meditación de vuestra Pasión apoyo, fortaleza, salvación y consuelo. Concededme estas gracias, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
(Los sacerdotes que recen esta oración como acción de gracias después de la Misa ganan una indulgencia de tres años. Rezándola, si es posible, de rodillas se obtiene el perdón de los errores y negligencias cometidos por fragilidad humana durante la celebración de la Misa. S. C. Indulg., 11 de diciembre de 1846.)

ORACIÓN DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
Tomad, Señor, toda mi libertad; recibid mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro; disponed a toda vuestra voluntad. Dadme sólo vuestro amor y gracia, y seré bastante rico, ni os pediré otra cosa.
(Indulgencia de tres años, Plenaria una vez al mes. con las condiciones acostumbradas, rezándola todos los días.)

ORACIÓN DE SANTO TOMAS DE AQUINO
Gracias te doy, Señor santo, Padre todopoderoso, Dios Eterno porque a mí pecador, indigno siervo tuyo, sin mérito alguno de parte mía, sino por pura dignación de tu misericordia, te has dignado admitirme a la participación del sacratísimo Cuerpo y Sangre de tu unigénito Hijo. Suplicóte que esta Sagrada Comunión no sea para mi alma lazo ni ocasión de castigo; sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad, muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad, paciencia y verdadera humildad, y de todas las virtudes: sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme defensa contra todos los enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo solo, mi verdadero Dios y Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte. Y te ruego tengas por bien llevarme a mi pecador, a aquel convite inefable donde tú con tu Hijo y el Espíritu Santo eres para tus Santos luz verdadera, satisfacción cumplida y gozo perdurable, dicha completa y felicidad perfecta. Amén.
(Indulgencia de tres años. Plenaria al mes, rezándola todos los días, confesando y visitando una Iglesia u oratorio público, y rogando por las intenciones de la Iglesia)

INVOCACIONES DE SAN IGNACIO
Alma de Cristo, santifícame. 
Cuerpo de Cristo, sálvame. 
Sangre de Cristo, embriágame. 
Agua del costado de Cristo, lavame. 
Pasión de Cristo, confórtame. 
¡Oh buen Jesús!, óyeme. 
Dentro de tus benditas llagas, escóndeme. 
No permitas que me aparte de Tí. 
Del maligno enemigo, defiéndeme. 
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti para que con tus Santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
(Indulgencia de trescientos días. Indulgencia de siete año; después de la Comunión. Plenaria una vez al mes, con las condiciones acostumbradas. rezándola. todos los días.)

ORACIÓN A JESUS CRUCIFICADO
Heme aquí, oh bondadoso y dulcísimo Jesús, postrado en vuestra presencia; os ruego y suplico con el mayor fervor imprimáis en mi corazón vivos sentimientos de Fe, Esperanza y Caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras que yo, con todo el amor y con toda la compasión de mi alma, voy considerando vuestras cinco llagas, teniendo presente aquello que dijo de Vos, oh buen Jesús, el Santo Profeta David: Han taladrado mis manos y mis pies, y se pueden contar todos mis huesos.
(Rezando esta oración delante de una imagen de Jesús Crucificado se gana una indulgencia de diez años; plenaria después de la Confesión y Comunión)

A JESUCRISTO REY
¡Oh Cristo Jesús!, yo os reconozco como rey universal; Todo cuanto existe ha sido creado por Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos.
Renuevo las promesas del bautismo renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras y prometo vivir como buen cristiano. Y muy particularmente me comprometo a hacer triunfar, según mis fuerzas, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia.
Corazón divino de Jesús, yo os ofrezco mis pobres acciones para lograr que todos los corazones reconozcan vuestra, sagrada Realeza y que así se establezca en el mundo el reino de vuestra paz. Amén.
(Indulgencia plenaria una ves al día, con las condiciones acostumbradas.)

OTRAS ORACIONES PARA DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Yo creo, oh Jesús, que habéis, venido a mi alma. Os adoro con los mismos sentimientos con que os adoraron, en la gruta de Belen, los Pastores, los reyes magos y vuestra misma Madre, la Virgen Santísima, y con todo mi corazón os doy gracias por este insigne beneficio que me habéis hecho, dándoos a mí todo entero. 
¡Cuán hermoso es, oh mi amado Jesús, estar con Vos!. Ya que habéis tomado posesión de mi corazón, permaneced siempre en mí con vuestra divina gracia y no permitáis jamás que vuelva a separarme de Vos.
¡Oh Señor, Vos os habéis dado todo a mi, yo me entrego todo a Vos! Os ofrezco todas mis acciones, todos mis pensamientos, todos mis afectos, todas mis fatigas, todos mis sudores, todas mis penas, todo mí mismo. Yo me consagro todo a Vos y entiendo aceptar como venidas de vuestra mano todas las tribulaciones que encontrare en mi \ida, en expiación de mis pecados y por la salvación de los Pobres pecadores, hermanos nuestros. Deseo ser vuestro ahora y siempre, por toda la eternidad.
¡Cuántas cosas, oh Jesús mío, tendría que pediros! Mas soy tan miserable, que ni tampoco soy capaz de conocer cuáles son las gracias que necesito. Pero Vos, que conocéis mis necesidades, concededme todo aquello que veis ser más necesario para el bien de mi alma. Haced que siempre esté conforme con vuestra voluntad, que huya del pecado, y que sea fiel en el cumplimiento de todas mis obligaciones.
En fin, ¡oh mi dulcísimo Jesús! Os pido la gracia de poder cumplir la práctica de los nueve primeros viernes, recibiéndoos siempre con las debidas disposiciones y
venciendo todas las dificultades que procurará ponerme delante el enemigo de mi alma.
¡Ah Corazón Sacratísimo de Jesús. Salvador de todos aquellos que en Vos confían, yo me abandono con entera confianza en los brazos de vuestra misericordia! 
¡Corazón de Jesús, en Vos confío!

DEVOCIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

El misterio de la Santísima Trinidad es el fundamento y la fuente de todos los demás misterios. Contemplamos en él con gozo el principio de todos los beneficios divinos y exclamamos con San Juan: “Dios es amor”. En efecto, vemos en la primera de las personas, a un padre que nos ama hasta llamarnos y considerarnos sus hijos; en la segunda, a un mediador que ofrece su sangre en remisión de nuestros pecados, a un pontífice que ruega por nosotros, a un abogado que defiende nuestra causa; en la tercera, a un amigo que se ocupa incesantemente en nuestra santificación, a un sostén de nuestra debilidad, a un consolador de nuestras aflicciones, al inspirador de todos los buenos pensamientos, al autor de las gracias que forman los santos.
La Iglesia tiene tal empeño en que jamás perdamos de vista este misterio, que lo recuerda en su Sacrificio, en todos sus cantos y ceremonias, no cesando de repetir: Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo; e imita a los Serafines que mutuamente cantan y se responden: ¡Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios de los ejércitos!
Unámonos a estas voces de la tierra y del cielo: pensemos con frecuencia en la Santísima Trinidad y esté nuestro corazón penetrado de fe, de adoración y de amor hacia el mayor y más sublime de loa misterios cuya contemplación constituirá nuestra felicidad por toda la eternidad.

PRÁCTICAS DE PIEDAD
Hónrase especialmente este augusto misterio los domingos. Las prácticas de piedad recomendadas son:
La señal de la cruz hecha antes y después de nuestras principales acciones, en los peligros y en las tentaciones.
(Cien días de indulgencia, si se pronuncian las palabras; trescientos días, si se pronuncian tomando a la vez agua bendita).

El Gloria Patri, hermosa jaculatoria que debemos repetir mucha; veces, porque nos sirve para alabar a Dios, para ofrecerle nuestras acciones y rectificar nuestros intenciones.
(Quinientos días de indulgencia, tres veces al día — mañana, mediodía y noche—, si dicha alabanza se reza tres veces para dar gracia; a la augusta Trinidad por los dones y privilegios concedidos a María Santísima. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, si se reza todos los días en los tiempos indicados).

Novena en honor de la Santísima Trinidad en público o en particular, con algunas oraciones antes de su fiesta o en cualquier otro tiempo.
(Siete años., cada día. Plenaria por el ejercicio completo, con las condiciones acostumbradas).

Noche del nuevo año, del 31 de diciembre al 1° de enero, si se asiste a algún piadoso ejercicio entre las 23:30 y las 0:30, para dar gracias a la Santísima Trinidad por los beneficios recibidos durante el año y según las intenciones del Sumo Pontífice:
Diez años de indulgencia. Plenaria, si se añade la Confesión y la Comunión. Para este piadoso ejercicio hecho privadamente, indulgencia de siete años; y plenaria, sólo en el caso de que no se pueda asistir, por legítima causa, al ejercicio público.
Primer día del año. Renovación de los votos bautismales.

TRISAGIO ANGÉLICO
V. Dómino, labia mea apéries.
R. Et os meum annuntiábit laudem tuam.
V. Deus in adjutórium meum inténde.
R. Dómine, ad adjuvándum me festina.
Gloria Patri, et Filio, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Dios. Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, cuerpo y alma, sentidos y potencias; por ser Vos mi Padre, mi Señor, y mi Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas, me pesa, Trinidad santísima: me pesa, Trinidad misericordiosísima; me pesa. Trinidad amabilísima, de haberos ofendido, sólo por ser quien sois: propongo y os doy palabra de nunca más ofenderos, y morir antes de pecar; espero en vuestra suma bondad y misericordia infinitas me habéis de perdonar todos mis pecados, y daréis vuestros divinos auxilios para perseverar en un verdadero amor y cordialísima devoción a vuestra siempre amabilísima Trinidad. Amén.
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, tened misericordia de nosotros.
(Indulgencia de quinientos días. Plenaria al mes por su rezo diario).

EN UNIÓN DE LOS ÁNGELES
Un Padrenuestro y un Glóriapatri, y se dirá en seguida:
Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria.
(Indulgencia de trescientos días).

Esto se repite nueve veces y luego se dice:
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, y ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, tened misericordia de nosotros.

EN UNIÓN DE LOS SANTOS 
Padrenuestro, y lo demás como la primera vez.
.. En unión de las almas fervorosas .. 
Padrenuestro y lo demás como la primera vez.
A Tí, Dios Padre ingénito; a tí, Hijo unigénito; a Ti, Espíritu Santo paráclito, santa e individua Trinidad, de todo corazón te confesamos, alabamos y bendecimos; a Ti se dé la gloria por los infinitos siglos de los siglos.
(Por esta invocación; indulgencia de quinientos días; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

V. Bendigamos al Padre, y al Hijo y ni Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.

Oración
Omnipotente y sempiterno Dios, que te has dignado revelar a tus siervos, en la confesión de la verdadera fe, la gloria de tu eterna Trinidad y que adorasen la unidad en tu augusta Majestad; te rogamos, Señor, que por la firmeza de esta fe, nos veamos siempre libres de todas las adversidades, por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
(Indulgencia de cinco años; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

Sálvanos, santifícanos, vivifícanos, ¡oh Beatísima Trinidad! Amén.

ORACIÓN DE SAN AGUSTIN
(Meditaciones de San Agustín, cap. XII).
¡Oh Santa Trinidad!, una virtud e indivisa Majestad, Dios nuestro, Dios todopoderoso: yo, el más vil de vuestros siervos y el más pequeño miembro de vuestra Iglesia, os alabo y bendigo con sacrificio de eterna alabanza por el saber y poder que os habéis dignado dar a este gusanillo. Y porque no tengo otros dones que ofreceros, os ofrezco con grande voluntad y alegría mis deseos interiores y el sacrificio de fe no fingida y de conciencia pura que, por vuestra misericordia, de Vos he recibido. Yo pues, ¡oh Rey del rielo y de la tierra!, de todo mi corazón creo y confieso que sois mi Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, trino en las personas y uno en la substancia. Dios verdadero, todopoderoso, una, simple, incorporal, invisible e ilimitada naturaleza, que ni tiene sobre Sí ni debajo de Sí cosa mayor ni igual, pero en todas las maneras es perfecta, sin deformidad; grande, sin cantidad; buena, sin calidad; eterna, sin tiempo; vida, sin muerte; fuerte, sin flaqueza; verdad, sin mentira; presente, sin ocupar lugar, y presente en lodo lugar; que llena todas las cosas sin extensión, y en todos los lugares se halla sin contradicción, y mueve toda las cosas sin moverse, y está dentro de ellas y no encerrado, y las crió todas sin tener de ellas ninguna necesidad, y las rige sin trabajo, y sin tener principio les da a todas principio, y sin mudarse las muda.
Vos, Señor, sois: en la grandeza, infinito; en la virtud, todopoderoso; en la bondad, sumo; en la sabiduría, inestimable: en los consejos, terrible; en los juicios. justo; en los pensamientos, secretísimo; en las palabras, verdadero; en las obras, santo; en la misericordia, copiosísimo; para con los pecadores, pacientísimo; para con los penitentes, piísimo; siempre el mismo, eterno, sempiterno, bien inmortal e inconmutable, que ni lo ancho os dilata, ni lo angosto os estrecha, ni lugar alguno os aprieta, ni la voluntad os muda, ni la necesidad os aflige, ni las cosas tristes os entristecen, ni las alegres os alegran, ni el olvido os quita, ni la memoria os añade, ni las cosas pasadas pasan delante de Vos, ni las venideras suceden. A quien el origen no da principio; ni el tiempo, progreso; ni el acaecimiento, fin; sino que, ante todos los siglos, y en los siglos; y en todos los siglos, y por todos los siglos, vivís para siempre y tenéis alabanza perpetua, gloria eterna, poder infinito, honra singular, reino sempiterno e imperio sin fin, por infinitos y sempiternos siglos de los siglos. Amén.

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Omnipotencia del Padre, venid en ayuda de mi fragilidad y sacadme del abismo de mi miseria.
Sabiduría del Hijo, dirigid todos mis pensamientos, palabras y acciones.
Amor del Espíritu Santo, sed el principio de todas las operaciones de mi alma, para que todas ellas estén siempre conformes con; el divinó beneplácito.
(Quinientos días de indulgencia).

Dios mío, mi único bien, vos sois todo para mí, haced que yo sea todo para vos.
(Trescientos días de indulgencia. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, rezándola todos loe días ).

TRES ACCIONES DE GRACIAS
1°. Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en agradecimiento por la preciosísima sangre que derramó en el huerto por nosotros; y pidamos por ellos a su divina Majestad el perdón de nuestros pecados. (Padrenuestro, Avemaria y Gloriapatri.)
2°. Dad los méritos de Jesucristo en agradecimiento por la preciosísima muerte que por nosotros soportó en la cruz; y pidamos por ellos a su divina Majestad la remisión de las penas debidas por nuestros pecados. [Padrenuestro, Avemaría y Gloriapatri).
3. Ofrezcamos a la Santísima Trinidad los méritos de Jesucristo en agradecimiento por su inefable caridad, movido de la cual bajó del cielo a la tierra para tomar carne humana, y padecer y morir por nosotros en la cruz; y pidamos por ellos a su divina Majestad que después de diestra muerte lleve nuestras almas a la gloria celestial. (Padrenuestro, Avemaria v Gloriapatri.)

ORACIÓN A DIOS PADRE
Señor y Dios nuestro, os ofrecemos nuestros corazones unidos por el más fuerte y sincero amor fraternal; os pedimos que Jesús Sacramentado sea el alimento cotidiano de nuestros cuerpos y almas: que Jesús constituya el centro de nuestros amores, como lo era de María y de José. En fin Señor, que nunca el pecado turbe nuestra unión en la tierra, la que deberá permanecer eternamente con Vos. María, José y todos los Santos en el cielo. Amén.
(Quinientos días de indulgencia)

LETANIAS DEL SANTISIMO NOMBRE DE JESÚS

Kyrie, eléison.
Christe, eléison.
Kyrie, eléison.
Jesu, audi nos. Miserere Nobis
Jesu, exáudi nos. ” “
Pater de coelis Deus, ” “
Fili, Redémptor mundi Deus, ” “
Spiritus Sáncte Deus. ” “
Sancta Trínitas Unus Deus. ” “
Jesu, Fili Dei vivi, » »
Jesu, splendor Patris, » »
Jesu, candor lucis etérnae, » »
Jesu, rex glóriae, » »
Jesu, sol justítiae. » »
Jesu, Fili Maríae Vírginis, » »
Jesu, amábilis, » »
Jesu, admirábilis, » »
Jesu, Deus fortis, » »
Jesu, pater futúri saeculi, » »
Jesu, magni consílii Angele, » »
Jesu, potentíssime, » <
Jesu, patientissime, » >
Jesu, obedientíssime, » »
Jesu, mitis et húmilis corde, » »
Jesu, amátor castitátis, » »
Jesu, amátor noster, » «
Jesu, Deus pacis, » «
Jesu, auctor vitae, > «
Jesu, exémplar virtútum, » »
Jesu, zelátor animárum, » »
Jesu, Deus noster, » »
Jesu, refúgium nostrum, » ”
Jesu, pater páuperum, » »
Jesu, thesáure fidélium, 
Jesu, bone Pastor, » »
Jesu, lux vera, » »
Jesu, sapiéntia aetérna, » »
Jesu, bonitas infinita, » »
Jesu, vía et vita nostra, » »
Jesu, gáudium Angelórum, » »
Jesu, rex Patriarchárum, » »
Jesu, Magister Apostolórum, » »
Jesu, doctor Evangelistárum, » »
Jesu, fortitúdo Mártyrum, » »
Jesu, lumen Confessórum, » »
Jesu, púritas Vírginum, 
Jesu, corona sanctórum ómnium.,
Propitius esto, parce nobis, Jesu
Propitius esto, exáudi nos, Jesu
Ab omni malo, libera nos, Jesu
Ab omni peccáto, » »
Ab ira tua, » »
Ab insidiis diáboli, » »
A spiritu fornicatiónis, » »
A morte perpetua, » »
A negléctu inspiratiónum tuárum, » »
Per mystérium sanctae incarnatinis tuae, » »
Per Nativitátem tuam, » »
Per Infantiam tuam, »
Per divintssimam vitam tuam, 
Per labores tuos, » »
Per agoníam et passiónem tuam, » »
Per Crucem et derelictiónem tuam, » »
Per languores tuos, » »
Per mortem et sepultúram tuam. » »
Per Resurrectiónem tuam, » »
Per Ascensiónem tuam, » »
Per Sanctíssimne Eucharístiae institutiónem tuam, » »
Per gáudia tua, » »
Per glóriam tuam, » » Agnus Dei, qui tollis percata mundi, parce nobis, Jesu. » »
Agnus Dei, qui tollis peceáta mundi, exaudí nos, Jesu, » »
Agnus Dei, qui tollis peccáta mundi, miserere nobis, Jesu. » » Jesu, audi, nos;  » »
Jesu, exaudí nos. » »

Orémus
Dómine, Jesu Christe, qui dixísti: Pétite, et accípiétis; quaerite, et inveniétis; pulsáte, et aperiétur vobis: quaesumus, da nobis peténtibus diviníssimi tui amóris afféctum, ut te toto corde, ore et opere diligámus, et a tua numquam laude cessemus.
Sancti nóminis tui, Dómine, timórem páriter et amorém fac nos habére perpétuum; quia númquam tua gubernatióne destituís quos in soliditáte tuae dilectiónis instituís. Qui vivís et regnas in saecula saeculórum.
Amén.

(Indulgencia de siete años. Plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, rezando devotamente todos los días las letanías con los “Oremus”).

INVOCACIONES AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS.

(San Bernardino de Sena)
¡Oh buen Jesús! ¡Oh piadosísimo Jesús! ¡Oh dulcísimo Jesús! ¡Oh Jesús, Hijo de María Virgen, lleno de misericordia y de piedad! ¡Oh dulce Jesús, tened piedad de mí según vuestra gran misericordia! ¡Oh clementísimo Jesús, por la preciosísima sangre que derramasteis por los pecadores, os pido que borréis todas mis iniquidades y os dignéis dirigir una mirada de compasión a este miserable e indigno pecador, que humildemente os pide perdón e invoca este vuestro santo nombre! ¡Oh nombre de Jesús, nombre dulcísimo! ¡Nombre de Jesús, nombre deliciosísimos! ¡Nombre de Jesús, nombre de aliento y fortaleza! ¡Jesús, es decir, Salvador! ¡Ah, sí, oh Jesús, por vuestro santo nombre, sed para mí Jesús y salvadme! No permitáis que yo venga a condenarme, Vos que me formaste de la nada. ¡Oh buen Jesús no permitáis que mi iniquidad me pierda, Vos que con vuestra omnipotente bondad me redimisteis! ¡Oh buen Jesús, conservad todo lo que es vuestro y purificad lo que os es contrario! ¡Oh benignisimo Jesús, tened piedad de mí, en este tiempo de misericordia, para que el día del juicio no tengáis que condenarme! ¡los muertos, oh Jesús, no os alabarán, ni cuantos descienden al infierno! ¡Oh amadisimo Jesús! ¡Oh deseadísimo Jesús! ¡Oh mansisimo Jesús! ¡Oh Jesús, Jesús, Jesús, admitidme en el número de los elegidos! ¡Oh Jesús, salud de cuantos creen en Vos! ¡Oh Jesús, alivio de los que a Vos recurren! ¡Oh Jesús, Hijo de María siempre Virgen, infundid en mí la gracia, la caridad, la castidad, la sabiduría y la humildad. para que pueda perfectamente amaros, alabaros, poseeros, serviros, y gloriarme en Vos, con todos los que invocan vuestro santo nombre! Así sea.

ORACIÓN
Oh Dios, que a tu Hijo unigénito hiciste Salvador del genero humano y mandaste que se llamara Jesús: concédenos benigno la gracia de que en el cielo gocemos la vista de Aquel cuyo santo Nombre veneramos en la tierra. Por el mismo nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(Indulgencia de cinco años; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN REPARADORA
¡Oh Jesús, mi Salvador y Redentor, Hijo de Dios vivo, heme aquí postrado a vuestros pies: os pido perdón, y deseo reparar por todas las blasfemias contra vuestro santo nombre, por todas las injurias que se os infieren en el Santísimo Sacramento del altar, por todas las irreverencias para con vuestra Santísima Madre Inmaculada, por todas las calumnias contra La Santa Iglesia Católica! Oh Jesús, que dijisteis: “Todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, se os concederá”, os ruego y suplico por mis hermanos que se encuentran en peligro de pecar, a fin de que queráis preservarles de los atractivos de la apostasía: salvad a los que se encuentran ya al borde del precipicio; conceded a todos luz y discernimiento de la verdad, valor y fuerza en luchas contra el mal, perseverancia en la fe, y caridad activa y eficaz. Misericordiosísimo Jesús, en vuestro nombre, pues, dirijo estas peticiones a Dios, vuestro Padre, con el que vivís y reináis en unidad con el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.

AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

El nombre adorable de Jesús, que significa “Salvador”, es el más grande, el más venerable, el más poderoso de todos los nombres: el más grande, porque es el nombre propio del Hijo de Dios; el más venerable, porque recuerda cuanto por nuestra salvación hizo y padeció; el más poderoso, porque con su invocación se han obrado y se obran los más estupendos milagros. “Al nombre de Jesús, dice San Pablo, doblan la rodilla, todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno”.
Todos los Santos han venerado siempre el nombre santísimo de nuestro Salvador, pero entre los propagadores más celosos de esta devoción es fuerza recordar a San Bernardo y San Bernardino de Sena. Se cuenta de este último, que, para más imprimir en el corazón de los fieles esta devoción, hizo grabar con caracteres de oro en una pequeña tabla la sigla del nombre de Jesús: J. H. S. (Jesús Hóminum Salvátor), circundada de rayos luminosos, y mostrándola al pueblo al fin de sus fogosos sermones, le invitaba a la adoración de lo que le ponía delante.
(Los que tengan la piadosa costumbre de invocar este santísimo nombre, ganan indulgencia de trescientos días; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, invocándolo todos los días; e indulgencia plenaria en el articulo de la muerte, invocándolo con el corazón, de no poder hacerlo con los labios, confesando y comulgando, y aceptando la muerte en expiación de los pecados).
El mes de enero en honor del santo nombre de Jesús. (Siete años de indulgencia una vez al día; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, para los que cada día honraren con alguna práctica de devoción al Santísimo Nombre de Jesús).

DEVOCIÓN AL NIÑO JESÚS

A JESÚS NIÑO

“¡Ah! ¿Cómo es posible que no ame y no invite a todos a amarlo el que considera con fe a un Dios hecho niño, llorando y gimiendo sobre la paja de una cueva, del mismo modo que San Francisco de Asís invitaba a todos a amarlo diciendo: Amemos al Niño de Belén? Es niño, no habla, sólo gime; pero, oh Dios mío, que aquellos gemidos son otras tantas voces de amor con que nos invita a amarlo y nos pide el corazón.” (San Alfonso de Ligorio)
“Por la tristeza de los tiempos no se recomienda jamás bastante la devoción hacia el Niño Jesús, del que sólo podemos esperarnos la verdadera paz, habiendo venido El a traerla desde el cielo”. (Pío XI.)

Novena de Navidad.

Indulgencia de diez años cada día. Plenaria al que asiste al ejercicio público de la novena a lo menos cinco días, confiesa comulga y reza según las intenciones del Sumo Pontífice.

OFRECIMIENTO EN HONOR DE LA SANTA INFANCIA DE JESÚS

Para la novena de Navidad y la anterior al 25 de cada mes
I.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud y la de todo el mundo, el misterio del Nacimiento de nuestro Divino Redentor. Gloriapatri.

II.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, los padecimientos de la Santísima Virgen y de San José en aquel largo y fatigoso viaje de Nazaret a Belén, y la angustia de su corazón por no encontrar lugar donde ponerse a cubierto, cuando estaba para nacer el Salvador del mundo. Gloriapatri.

III.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna los padecimientos de Jesús en el pesebre donde nació, la dura paja que le sirvió de cama, el frío que sufrió, los pañales que lo envolvieron, las lágrimas que derramó, y sus tiernos gemidos. Gloriapatri.

IV.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, el dolor que sintió el divino Niño Jesús en su tierno cuerpecito cuando se sujetó a la Circuncisión; os ofrezco aquella sangre preciosa que entonces derramó por primera vez para la salvación de todo género humano. Gloriapatri.

V.- Ofrenda. Eterno Padre, yo ofrezco para vuestro honor y gloria, y por mi salud eterna, la humildad, la mortificación, la paciencia, la caridad, las virtudes todas del Niño Jesús, y os agradezco, amo y bendigo infinitamente por este inefable misterio de la Encarnación del Verbo divino. Gloriapalri.

V.- El Verbo se hizo carne.
R.- Y habitó entre nosotros.

Oremos. Oh Dios, cuyo Unigénito compareció entre nosotros en carne mortal; haced que merezcamos ser reformados en nuestro interior, por El, que en el exterior se dignó mostrarse semejante a nosotros. MI que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos. Así sea.
(Indulgencia de siete años cada día; plenaria al terminar la novena, con las condiciones acostumbradas).

OBSEQUIO A JESÚS NIÑO
Amabilísimo Señor nuestro Jesucristo, que hecho niño por nosotros, quisisteis nacer en una gruta para librarnos de las tinieblas del pecado, para atraernos a Vos y encendernos con vuestro santo amor, os adoramos por nuestro Creador y Redentor, os reconocemos por nuestro Rey y Señor, y por tributo os ofrecemos todos los afectos de nuestro pobre corazón. Amado Jesús, Señor y Dios nuestro, dignaos aceptar esta ofrenda, y para que sea digna de vuestro agrado, perdonadnos nuestras culpas, iluminadnos, inflamadnos en aquel santo fuego que habéis venido a traer al mundo, para encenderlo en nuestros corazones. Llegue a ser de este modo nuestra alma un sacrificio perpetuo en vuestro honor; haced que ella siempre busque vuestra mayor gloria aquí en la tierra para que llegue un día a gozar vuestras infinitas bellezas en el cielo. Así sea.
(Indulgencia de tres años; plenaria al mes por su rezo diario, con las condiciones acostumbradas).

ORACIÓN AL NIÑO JESÚS
Os adoro, Verbo encarnado. Hijo verdadero de Dios desde toda la eternidad, e Hijo verdadero de María en la plenitud de los tiempos. Adorando vuestra divina persona y la humanidad que os está unida, me siento movido a venerar también vuestra pobre cuna, que os acogió siendo niño, y fue verdaderamente el primer trono de vuestro amor. Pueda yo postrarme delante de ella con la simplicidad de los pastores, con la fe de José, con la caridad de María. Pueda más bien inclinarme a venerar tan precioso monumento de nuestra salud con el espíritu de mortificación, de pobreza y de humildad, con el que Vos, siendo el Señor del cielo y de la tierra, lo elegisteis para receptáculo de vuestros miembros un pesebre. Y Vos, oh Señor, que niño todavía en esta cuna os dignasteis descansar, dignaos también derramar en mi corazón una gota de aquella alegría que debía producir la vista de vuestra amable infancia y de los prodigios que acompañaron vuestro nacimiento; en virtud de la cual os conjuro concedáis a todo el mundo con la buena voluntad, la paz, y deis, en nombre de todo el género humano, toda clase de gracias y de gloria al Padre y al Espíritu Santo que con Vos, único Dios, vive y reina en los siglos de los siglos. Así sea.