¡Yo soy la Vida!
¡Yo soy la vid y vosotros los sarmientos!
¡El que come de este pan vivirá para siempre!
¡Estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos!
Palabras de Jesús a su Iglesia.
Desde entonces, y por eso, la Iglesia es un organismo vivo y vivificante que en el decurso de los siglos ha crecido hasta la plenitud de la edad, según Cristo.
Es el tronco vivo, no el “tronco inerte”, de que habló un dramaturgo envenenado de odio…
Después de estudiar su desarrollo y su vitalidad perenne, pudo el genio de Newman formular estas siete leyes de la filosofía católica de la vida:
1 ° Mantenimiento del tipo.—Goza la Iglesia de una maravillosa pervivencia de fisonomía. El catolicismo actual, reducido a un pequeño número, es la continuación del catolicismo del Evangelio, del que predicaron Pedro y Pablo; del que dilucidaron Agustín y Tomás. Así, el hombre maduro no es más que el perfeccionamiento natural del niño. Como todo ser vivo, el catolicismo es mudable en su inmutabilidad. Por eso se ha hablado luminosamente de su evolución homogénea…
2° Continuidad de sus principios.—A través de los siglos, el catolicismo permanece fiel a la unidad del dogma, de la fe, de la gracia, de los sacramentos, del principio ascético. Hay consonancia perfecta entre León el Grande y Pio XII; entre Calcedonia, Trento y el Vaticano.
3° Su poder de asimilación.—Las herejías han nacido y han pasado, y aún, si regresan, se disfrazan en el atuendo, pero padecen de la monotonía más tediosa. En fin de cuentas la Iglesia es quien ha sacado provecho de ellas. De las confusiones de Nestorio y Eutiques provienen las definiciones intangibles e inmutables de Efeso y Calcedonia. Contra la algarabía doctrinal de nuestro siglo, las encíclicas de León XIII, Pio X, Pio XI y Pio XII. “La contradicción es la sal de la verdad”. Estas palabras se han cumplido a la letra para la filosofía católica de la vida.
4° Consecuencia lógica.—Las verdades católicas forman un organismo. Constituyen un encadenamiento lógico que resulta de la conexión de todos los principios con la Encarnación del Verbo. Basta, para corroborarlo, estudiar, por ejemplo, la estructura de la Summa Theológica, de Santo Tomás de Aquino.
5.° Anticipación de su porvenir.—De la misma manera que un gran genio se revela muchas veces en una idea de su primera Juventud, así, desde sus principios, el Catolicismo encerraba en potencia todo el edificio doctrinal de los siglos futuros. “Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza…” “Yo atraeré todas las cosas hacia Mi…”
6.° Conservación de su pasado.—La memoria constituye la armazón de la personalidad. La Tradición es la “mnemosyne”, el poder de capitalización de su experiencia secular. La Tradición, considerada como regla de fe, posee sobre la Escritura Santa una prioridad triple: de tiempo, porque primero se constituyó la Iglesia y años después se escribieron los libros de Nuevo Testamento; de orden lógico, en cuanto al punto de vista de nuestro conocimiento; de comprensión o amplitud de objeto, porque a menudo abarca verdades e instituciones que no se contienen en la Escritura.
7° Vigor crónico— En un organismo como la Iglesia se dan a veces, con insistencia dolorosa, glorificante y necesaria, los periodos de tribulación. “A Mi me persiguieron y también a vosotros os perseguirán…” Pero sin tardanza abren el paso a tiempos de florecer primaveral o coinciden con triunfos que compensan. Cuando la reforma desgaja reinos, los misioneros bautizan las tribus de América.
Hoy vivimos una dolorosa situación, estamos ante la apostasía universal, somos el pequeño número a que ha sido reducido el rebaño de Nuestro Señor Jesucristo, pero por lo mismo lleno de gloria para quien persevere en esta tribulación fiel a la Iglesia bimilenaria. Con vigor rechazamos el modernismo y todas sus manifestaciones. Rechazamos al pueblo deicida y sus maquinaria anticristiana, masonería, comunismo, capitalismo, etc.