l° Debilidades humanas.—Más que ninguna otra doctrina, el catolicismo sube ponernos en guardia contra la debilidad humanas. En sus jefes, en sus dignatarios, en sus miembros, la Iglesia depende de los hombres. ¿Por qué reprochar a la Iglesia la malicia de estos pobres hombres que ella, precisamente, ha querido desbastar, purificar y elevar a un ideal superior?
2° Conocimiento propio.—A menudo, cuando censuramos o exigimos algo a la Iglesia, estamos pensando sólo en el clero… Iglesia es la congregación de todos los fieles.
La distancia que separa mis propósitos de mis realidades, mis intenciones santas y mis obras viciadas, podrá ayudar a cada seglar a comprender las flaquezas humanas que en el transcurso de los siglos se pueden sorprender en los ministros de la Iglesia.
Examina tú, católico exigente, censor amargado, tus ignorancias, tu inercia, la pequeñez de tu espíritu, las inconsecuencias reiteradas entre tu creer y tu obrar, la Insensibilidad social y el egoísmo de que con harta frecuencia das muestra en el cumplimiento de tus deberes, que son a menudo bastante más fáciles y más sencillos que los que pesan sobre los maestros y ministros de la Iglesia. Porque, valga el ejemplo, no es la primera vez que un adúltero recrimina la caída de un hombre que ha guardado castidad por muchos años.
3° Sentido trágico.—Hay en la Iglesia una tensión trágica, un sentido agónico, una síntesis de antinomias que a veces produce, en sus hijos, el desconcierto y la desazón angustiosa. Y para hablar así no es necesario admitir el sartal de sofismas y de contradicciones gesticulantes de Unamuno, en su libro condenado por el índice. Hovre se explica: “Nosotros, que advertimos todos los días la distancia entre el Ideal católico y la realidad vital de muchos cristianos, hubiéramos escrito un evangelio sin la traición de Judas, sin las negaciones de Pedro. Sin embargo, sobre Pedro, el débil, Cristo edificó su Iglesia”. Hoy, tal vez, Hovre tendría que variar su afirmación. Hoy, en época de cristianos ulcerados y quejicosos, amargados y tremendistas, que escriben dramas y novelas sobre apóstatas degradados y hundidos en el vicio para pintar según ellos los abismos de la ausencia de la gracia y hacer así novela católica o drama católico. .. los Hipotéticos evangelistas hubieran cargado las tintas en la traición de Judas, en las negaciones de Pedro, en la fuga cobarde de los apóstoles…
4° La verdad, piedra de toque —La técnica le ha brindado a la Verdad muchas piedras de toque. Se ama en demasía la cifra o la estadística, que no son desdeñables. Se atiende con exceso a la mayoría, al éxito… Y se cree que muchas veces prueban la verdad… “En tal Congreso han comulgado un millón dé católicos; luego toda la nación es católica”, A la procesión de la Virgen va toda la ciudad, luego nuestra ciudad es totalmente cristiana en su vivir…
Con eso, o al margen de esos el Catolicismo en cuanto tal permanece verdad. Y las herejías siguen siendo herejías…
5° Una empresa vital.—La realización del ideal del catolicismo es una empresa vital para cada uno de nosotros. El catolicismo no es sólo una doctrina; es también una vida, y tiene consigo al que dijo: Yo soy la Vida. En cierto sentido, la Iglesia vale lo que nosotros, católicos, valemos. En cada uno de sus hombres, el ideal católico debe trocarse en realidad, hacerse vida…
6.° La cruz, centro del Catolicismo.—La iglesia Católica no ha sido creada por un hombre seducido por el éxito, por un esteta, por un filósofo, sino por un Dios-hombre que desde que nació miraba hacia el monte de la crucifixión. “Predicamos a Jesucristo, y éste crucificado”, decía San Pablo a los atónitos oyentes de su época imperial.
La Iglesia no ha sido edificada sobre el Tabor, sino sobre el Gólgota, Cristo vive siempre en la Iglesia, pero crucificado.-Así está en el centro del altar. Así está en el centro de los siglos. Así debe estar en el corazón de cada uno de los suyos, de los cristianos, de los herederos del Crucificado.
R.P. Carlos E. Mesa, C.M.F.
CONSIGNAS Y SUGERENCIAS PARA MILITANTES DE CRISTO.