AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

El nombre adorable de Jesús, que significa “Salvador”, es el más grande, el más venerable, el más poderoso de todos los nombres: el más grande, porque es el nombre propio del Hijo de Dios; el más venerable, porque recuerda cuanto por nuestra salvación hizo y padeció; el más poderoso, porque con su invocación se han obrado y se obran los más estupendos milagros. “Al nombre de Jesús, dice San Pablo, doblan la rodilla, todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno”.
Todos los Santos han venerado siempre el nombre santísimo de nuestro Salvador, pero entre los propagadores más celosos de esta devoción es fuerza recordar a San Bernardo y San Bernardino de Sena. Se cuenta de este último, que, para más imprimir en el corazón de los fieles esta devoción, hizo grabar con caracteres de oro en una pequeña tabla la sigla del nombre de Jesús: J. H. S. (Jesús Hóminum Salvátor), circundada de rayos luminosos, y mostrándola al pueblo al fin de sus fogosos sermones, le invitaba a la adoración de lo que le ponía delante.
(Los que tengan la piadosa costumbre de invocar este santísimo nombre, ganan indulgencia de trescientos días; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, invocándolo todos los días; e indulgencia plenaria en el articulo de la muerte, invocándolo con el corazón, de no poder hacerlo con los labios, confesando y comulgando, y aceptando la muerte en expiación de los pecados).
El mes de enero en honor del santo nombre de Jesús. (Siete años de indulgencia una vez al día; plenaria al mes, con las condiciones acostumbradas, para los que cada día honraren con alguna práctica de devoción al Santísimo Nombre de Jesús).